martes, 4 de septiembre de 2012

Capítulo 22

Gabi se incorpora, respira con dificultad, como si le faltase el aire. Mira a todos lados, parece asustada y en sus ojos no se vislumbra el espíritu que antes, Éleon, podía ver brillar con fuerza.
Un mueca de dolor aparece en la cara de Gabriela, se lleva la mano hasta el pecho, con cada latido el dolor crece. Gabi cae sobre la cama, sus gritos se ensordecen y sus ojos se cierran.
-¿¡Qué le está pasando!?- Grita Éleon.
-Está luchando.- Contesta Elo sumida en una tranquilidad que casi asusta a Éleon.
-¿Contra qué?
-Contra ella misma. Yo le he dado mi fuerza y Gabriela debe hacerla suya.
Unos minutos oyendo los gritos desesperados de Gabi son la antesala del silencio. El cuerpo de la elegida se relaja y por fin parece descansar, sus ojos se cierran otra vez y Éleon corre hacia ella temiéndose, de nuevo, lo peor. Gabi respira. Abre los ojos sobresaltada, ya no son azules sino negros y aun así Éleon puedo ver esa chispa en su mirada.
-¡Gabi!- Grita Éleon al tiempo que la abraza.
-Éleon...- Comienza a decir.- Estoy bien pero siento que algo va mal, ya no siento la fuerza del agua ni el poder del fuego
-¿Has perdido tus poderes?- Pregunta asustado.
-No, me siento bien, soy fuerte. No temo por mis poderes sino por los clanes, puedo sentirte a ti pero no puedo decir lo mismo de los demás, tan solo siento el poder de la tierra pero también siento como se apaga.
-Adrián, Helena, Aarón... ¡Nerea! ¿Qué me dices de ella?- Se apresura a preguntar.
-Ella parece estar intacta.- Gabi hace una pequeña pausa.- Elo, tengo que ir.
-Lo sé elegida, ve y yo te acompañaré.- Contesta Elo.
-¿Ir a dónde? Gabi ¿qué es lo que tienes que hacer?.- Pregunta Éleon preocupado.
-Debo buscarlos, sé que hay algo que debo hacer.
Sin dejar que Éleon conteste, Gabi, salta por el agujero que Morto había hecho en su habitación. Él la sigue sin decir una sola palabra, teme que ella lo deje atrás, que le impida ir a su lado.

Llegan al final del jardín de la casa de Gabi, allá donde empieza a haber una densa masa de árboles. Se adentran, poco a poco, no les cuesta demasiado encontrar el camino que ellos mismos habían creado al pasar repetidas veces por allí. Siguen el camino en fila, a la cabeza Gabi, no muy convencida de lo que está haciendo aunque hay una voz en su interior que le dice que lo haga, como si alguien se lo estuviese susurrando al oído. Después de un tiempo andando por fin parecen ver algo, una sombra tras los árboles, un cuerpo tumbado sobre la hierba, conforme se acercan pueden apreciar mejor de quien se trata. Adrián. Gabriela corre hacia él, está tumbado sobre el costado, se sienta a su lado y acaricia su cuerpo mientras le dice suavemente que debe despertar. Nota como su mano se empapa, la contempla y comienza a llorar, hay sangre en sus manos, la sangre de Adrián.
-¡Elo, tenemos que despertarlo!- Grita Gabi.
-No podemos mi señora, está muerto.- Contesta ella con la calma con la que siempre se ha mostrado.
-¡Ya sé que está muerto! Yo lo estuve, puedes ayudarlo.- Vuelve a gritar, esta vez su voz está más cargada de impotencia y de ira.
-No puedo, mi fuerza te la he dado a ti, ahora mismo solo podría salvarlo si poseyese el poder del fuego y no el del agua.
-¡Pues yo lo salvaré!
-¡No! Gabi, no podemos arriesgarnos a perderte de nuevo.- Se apresura a decir Éleon.
-Pero... está muerto Éleon, debo salvarlo.- Contesta Gabi. Las lágrimas brotan de sus ojos incontrolables.
Éleon no responde, simplemente la abraza espera que eso baste. Desearía besarla pero sabe que no puede hacerlo. Quiere con toda su alma que el corazón de Gabi le pertenezca pero no puedes poseer la tormenta.
-Elegida, necesitaréis la fuerza del agua para la batalla final, yo puedo ofrecerosla, si la aceptáis o no es decisión vuestra.- La voz de Elo interrumpe los pensamientos de ambos.
-Pero has dicho que no podemos salvarlo.
-No puedo salvar su alma pero si puedo salvar su energía, su fuerza, su don. Puedo encerrar su poder en un objeto hasta que alguien pueda absorverlo.
-Hazlo.- Responde Gabi con una voz ronca.
Elo se acerca al cuerpo inerte de Adrián, se agacha y con extremada delicadeza toca su pecho, del cuerpo de Adrián brota una pequeña y débil llama azul, del mismo azul que los ojos de Gabriela. Elo junta sus manos y al separarlas surge un destello y tras él aparece un pequeño colgante de cristal y piedra, Elo dirige la llama hacia el colgante y está entra iluminando por un instante el cristal y dotándolo de una intensa luz azul.
-¿Cómo encontraremos a la persona que pueda controlar el don del agua?- Pregunta Éleon abrazando a Gabi.
-El colgante lo encontrará.- Contesta Elo.- Elegida, debo marchar pero estaré cerca, sabré si me necesitáis.
-Puedes irte Elo, muchas gracias. -Las las palabras de Gabi suenan a despedida.

Éleon y Gabriela observan como Elo retorna a su forma original y como ese precioso dragón de cristal se marcha hasta desaparecer en el horizonte dejando trás de si una estela de cristal y nieve.
-Gabi, siento lo de Adrián.
-No importa Éleon.
-Si que importa, tu le amabas y él...
-No, no le amaba.- Interrumpe Gabi.- Tan solo... sentí que con él podría ser yo y me conformé. No le amaba de verdad, pero él a mí si así que me convencí de que llegaría a amarlo.
-Pero Gabi, no puedes hacer eso, el amor es aquello que sentimos sin querer no lo que queremos sentir.
-Venga ya Eleón, ¿dónde has leído eso? Es muy viejo y es un cuento chino. El amor a primera vista, enamorarse con un beso,... lo creeré cuando lo vea.
Éleon no contesta solo se aproxima a ella y coge sus brazos haciendo que Gabi lo mire. Sus miradas se cruzan y Éleon se da cuenta de que los ojos de Gabriela se llenan de lágrimas.
-Quieres dejar de lado los sentimientos, pero eso si que es algo imposible.
-Pero es que tengo que dejarlos a un lado para ser fuerte.
-Eso no es cierto, yo...
-¿Tú qué?
-Yo siento dolor, siento amor, envidia, celos, tristeza y aun así soy fuerte.
-¿De verdad?
-Gabi, siento dolor cuando sé que no serás mía, siento amor cada vez que te veo, sentía envidia y celos de Adrián porque el podía besarte y ahora siento tristeza porque se ha ido y aun así no eres mía.
El silencio se apodera del bosque y oprime sus corazones hasta que un pequeño ruido lo rompe y los hace olvidarse de todo por un segundo.
-¿Qué ha sido eso?- Pregunta Gabriela.
-Ha sido el colgante.
En la mano de Gabi el colgante comienza a moverse y a luchar por liberarse.
-Ha encontrado al nuevo dueño del don.- Dice Gabi extrañada.
-Suéltalo.
Gabriela obedece y el colgante cae al suelo rompiéndose. El fuego azul sale de él y se dirige hacia su objetivo, hacia su nuevo dueño, hacia Éleon.
-Éleon, tu eres el dueño del don del agua.- Son las últimas palabras que Éleon escucha antes de que su vista se nuble y su cuerpo se desplome.

domingo, 22 de julio de 2012

Capítulo 21

Éleon consiguió tumbar a Gabi en su cama. La mira y no sabe que hacer, ese sentimiento lo desespera. Los ojos de Gabi, esos dos pedazos de cielo comienzan a apagarse y el azul se torna negro como el día se convierte en noche. Gabi cierra los ojos y su mano busca la de Éleon. Cuando se encuentran entrelazan los dedos y los ojos de Gabi se abren de nuevo.
-No quiero morir.- Susurra.
-¡Y no lo harás! No vas a morir ¿me oyes? no dejaré que mueras.- Grita Éleon con lágrimas en los ojos.
-Gabriela, ¿conocéis el libro de la vida?- Dice Elo.
-Ella no, pero yo sí.- Contesta Éleon.
-Yo soy uno de los cuatro dragones que soportan el peso del mundo, poseo el libro de la vida y conozco el destino de todas las personas. Conozco el destino de Gabi.
-Entonces sabrás que no es su hora, díselo.- Se apresura de decir Éleon.
-Lo siento, pero no puedo decirlo.
-¿¡Por qué no!?- Grita Éleon.
-Porque la vida de la elegida termina ahora, debe morir.- Sentencia Elo.
Éleon estrecha con más fuerza la mano de Gabi, tiene que ser mentira, no puede perderla. Siente como la mano de Gabi poco a poco deja de apretar la suya.
-¡No puedo permitir que se vaya!- Grita Éleon enfurecido.- ¡No puedo permitir que dejes que se la lleven, se supone que debes protegerla!
-Lo siento.
-¡La necesito!- Vuelve a gritar.
-Sé que ella ganará la batalla pero ahora debe marcharse.- La voz de Elo suena tranquila.
-No puede irse de mi lado. La necesito, no solo para la batalla... yo la quiero. No puede marcharse.- Dice él llorando.

En ese momento Elo extiende las alas y se envuelve con ellas cubriendo prácticamente la totalidad de su cuerpo. Un pequeño destello. Y las alas de Elo comienzan a retirarse. En lugar de sus ojos de dragón hay unos preciosos ojos grises, sus escamas de cristal se han convertido en piel de porcelana, sus alas en una túnica blanca, sus garras en unas delicadas manos, su cola ha desaparecido y sobre su cabeza, llena de rastas castañas que le caen hasta la cintura, una pequeña corona de cristal y plata.
-Puedo ver tus sentimientos, los leo en tus ojos y sé que la amas con todo tu corazón pero debes dejarla morir, confía en mí.- Susurra Elo acercándose a Gabi.
-¿Cómo puedo confiar en alguien que va a dejar morir a la persona a la que amo?
-Sabes que puedes confiar en mí porque soy uno de los cuatro dragones que sostienen el mundo y que debemos proteger a la elegida. Mi destino está ligado al suyo. Confía en mí.
Éleon tan solo asiente y suelta la mano de Gabriela. Una lágrima recorre su mejilla, quiere marcharse con el viento de la mañana pero está demasiado débil, parece que sus fuerzas se desvanezcan junto con las de Gabi. No sería tan malo morir junto a ella porque no puede pensar en una vida sin ella.

Mientras pasea por la sala esperando lo inevitable cierra los ojos y sonríe, piensa en ella.  Piensa en lo fuerte que es y lo débil que parece ahora, piensa en como es capaz de arriesgar su vida sin importarle las consecuencias, solo por sus amigos y no puede evitar pensar en Adrián, en como la besó aquel día cuando la encontraron un medio del bosque. Algo lo despierta de sus pensamientos, algo que temía con toda su alma, la voz de Elo pronunciando unas palabras que desearía no haber oído, la voz de Elo anunciando que Gabriela ha muerto. Aun no puede creerlo, no puede creer que Elo la haya dejado morir. Se suponía que el dragón debía protegerla y sin embargo Gabi ha muerto y él desea morir con ella.
-Está muerta, ¿¡por qué las has dejado morir!? Eres su dragón protector.- Grita Éleon enfurecido.
-Ya te dije que debía morir.
-Pero eres su protectora ¿no?- Dice con sarcasmo.
-Así es
-¿Por qué no la has protegido ahora que más te necesitaba? ¿Por qué la has dejado morir?- Grita Éleon entre lágrimas.
-Porque ahora puedo salvarla.- Contesta Elo.
La cara de Éleon se vuelve una mezcla de alegría, emoción e incredulidad. ¿Puede salvarla? Quiere gritar y saltar pero no es capaz de moverse.

Elo avanza hacia el cuerpo de Gabi y se tumba junto a ella. Recita unas palabras que solo ella comprende y entonces una fuerza nace en su pecho, fuego blanco que no la quema, trepa por su pecho y su garganta hasta salir de su boca. El fuego viaja un instante por el aire cegando a Éleon y llega a la boca de Gabriela. Esa fuerza, el fuego blanco, baja hasta su pecho y se detiene en su corazón.
Éleon corre a su lado, Elo se levanta y ambos contemplan a Gabi en silencio, cada uno a un lado de la cama. El silencio se apordera del momento y la tensión en sus corazones crece hasta que algo los rompe, Éleon mira desconcertado a Elo, lo que ha oído no puede ser cierto aunque espera desesperadamente que lo sea, busca que los ojos de Elo confirmen lo que cree haber escuchado. De nuevo otra vez ese sonido, parecido al sonido que emite un corazón al palpitar, un latido. El corazón de Gabriela vuelve a latir.

lunes, 25 de junio de 2012

Capítulo 20

-¿Estás segura de esto?- Pregunta él entre jadeos.
-Lo estoy.-  Responde ella.
Aarón cierra los ojos y se acerca a su boca. La besa.
Por fin han encontrado ese momento y lugar especial que buscaban. Helena tenía razón, solo necesitaban estar solos, el uno con el otro.
Los dos se funden para ser uno, los dedos de sus manos se entrelazan y sus labios se unen en un largo y profundo beso.
-Te quiero.- Dice Aarón.
-Sabes que yo a ti también.- Responde Helena.
Se evaden de todo, solo por un instante no existe nada más que ellos dos, uno frente al otro. Pero ese instante dura poco, ambos oyen como alguien los llama desde el exterior de su refugio improvisado.
Se miran y se apartan el uno del otro, prometiendo con la mirada que acabarán lo empezado. Se visten y salen. Bajo las pocas sombras que los árboles en el crepúsculo proporcionan se encuentran las figuras de Adrián y Nerea. 
Avanzan hacia ellos y se detienen al ver la mirada perdida de Adrián, algo no va bien.
-¿Ha pasado algo?- Pregunta Aarón algo asustado.
No obtienen respuesta.
-Nos estáis asustando. Adrián ¿qué ha pasado?- Vuelve a preguntar Helena.
Nerea cierra los ojos y agacha la cabeza, cuando la levanta de nuevo aproxima su cara a la de Adrián y le susurra algo al oído. Adrián cambia la expresión perdida de sus ojos por una de rabia y concentración al oír la voz de Nerea.
-Mátalos.- Le dice al oído.- Hazlo por mí. Hazlo.
Adrián da un paso hacia delante, mira detenidamente a Aarón y se concentra. Nota el agua que fluye bajo sus pies, en el subsuelo, solo debe hacerla suya. Se arrodilla y toca el suelo con las puntas de los dedos. De nuevo alza la vista y junto con su mirada una columna de agua sale de la tierra justo bajo los pies de Aarón, haciéndolo caer entre gritos a un pozo oscuro que parece no tener fin.
Tras disiparse los gritos de Aarón en aquel agujero un nuevo grito llena el ambiente. Helena chilla desesperada el nombre del chico al que ama mientras ve como este se precipita al vacío.
-¡Adrián!¿¡Cómo has podido!?- Grita al tiempo que torna su cuerpo en llamas.- Era tu amigo.
-Yo no tengo amigos.- Responde en un tono completamente vacío.
Alza la mano de nuevo, en contra de Helena esta vez. Un torrente de agua arrastra todo a su paso hasta llegar desde el río al cuerpo de Helena. La llama que ella había hecho de su cuerpo comienza a apagarse y con ella la energía de Helena, sus fuerzas, sus esperanzas y su vida.
-No dejes que te controle...- Son las últimas palabras de Helena antes de que su corazón deje de latir.
Adrián baja la mano y mira hacia Nerea, ella asiente y sonríe al tiempo que contempla el cuerpo sin vida de Helena y el pozo por el que minutos antes Aarón se ha precipitado.
-Lo has hecho muy bien, pero debes terminar lo empezado.- Vuelve a susurrar Nerea.
Nerea camina fijándose en cada rama caída que hay en el suelo y al final se decanta por una bastante grande y afilada. Se la entrega a Adrián y este la mira sin variar la expresión de su rostro.
-Morto ya habrá acabado con Éleon aunque dudo que haya podido matar a la elegida, pero mi amo ya lo tenía previsto, solo quedas tú. Termina con esto, pon fin a tu vida.- Sentencia Nerea.
Adrián aprieta la rama en sus manos, la mira y cierra los ojos. Tras respirar hondo la gira de manera que la parte afilada queda justo contra su corazón.
-Vamos, hazlo.- Neres se impacienta.
Adrián cierra los ojos con más fuerza, aprieta los párpados y lucha contra si mismo.
-No.- Se niega Adrián.
-¿Cómo?- Pregunta Nerea tan extrañada como desconcertada.
-No voy a morir. Debo salvar a Gabi.
-¡No!- Grita ella.- Tu debes morir junto con tus amigos.
Y a la vez que pronuncia estas palabras toma el gigantesco palo y lo clava en el pecho de Adrián. La sangre mancha la camiseta de Adrián y este mira incrédulo la herida.
-Esto no puede estar pasando.- Susurra Adrián mirando el cuerpo de Helena.- Gabi...
Nerea se marcha, parece ir hacia el río seguramente querrá remontarlo para llegar a la prisión de Marcus.

Adrián intenta ponerse en pie, las fuerzas le fallan y las rodillas le tiemblan, ha arrancado parte del bajo de su camiseta y con él ha improvisado un tosco vendaje. Sabe que no podrá llegar hasta la casa de Gabi pero tiene que intentarlo tiene que llegar y salvarla.
Camina durante un tiempo hasta que las piernas le fallan y cae al suelo. Se siente impotente tirado en el suelo, comienza a arrastrarse, no queda demasiado y hay algo que le dice que lo conseguirá pero su herida grita lo contrario, el dolor se acentúa y lo hace gritar. Para un segundo y se concentra.
-Gabi... escúchame si puedes. Sabes lo que debes hacer, sé que lo sabes.- Susurra, pero al tiempo que dice estas palabras al viento un pequeño arroyo de vapor de agua traída por el viento captura el sonido de su voz y lo transporta hasta dar con Gabi.
Por fin puede descansar, el cuerpo le pesa demasiado y ya no siente el brazo izquierdo, nota como sus ojos se cierran, quiere impedirlo pero es imposible. Y finalmente en el instante en que exhala su último aliento sonríe y piensa: "Por fin he muerto".

lunes, 21 de mayo de 2012

Capítulo 19

Aún le duele el pecho pero se siente mucho mejor, no recuerda nada de lo que pasó después de usar su don para hacer galletas, ni siquiera sabe como llegó a su cama, supone que fue Éleon el que la subió y el que, por supuesto, la salvó. Cuando despertó encontró a Éleon tumbado junto a ella, parecía estar agotado, tanto como lo estaba ella. ¿Es posible que esté así por ella? ¿Habrá sido el salvarla lo que ha hecho que enferme? Quiere pensar que no es así pero no puede, sabe que está así por su culpa.
-Éleon. -Comienza a decir acariciando su frente.- Éleon escúchame, voy a ponerte el termómetro, creo que tienes fiebre.
Él no contesta pero a Gabi no le hace falta una respuesta, se incorpora y se dirige al baño. Le arde el pecho. Busca en el pequeño armario que hay detrás del espejo y como esperaba allí está. Siente un gran dolor que casi la hace caer, pero se incorpora y se mira en el espejo. Aparta la camiseta pero no logra ver nada así que opta por quitársela por completo. Por fin puede ver aquello que le causa dolor, una extraña marca en su pecho, parece grabada a fuego, brilla cada vez con más fuerza a la vez que su dolor, el brillo y el ardor aumentan su intensidad al unísono. Pero no dirá nada, sabe que Éleon haría algo para aliviar su dolor y no está en condiciones de realizar ningún tipo de magia. Se pone de nuevo la camiseta y se dirige a su habitación con el termómetro en la mano.
-Éleon, quítate la camiseta, te voy a tomar la temperatura.- Dice con una voz suave y agradable al tiempo que lo ayuda a quitarse la ropa.
-Gabi...- Su voz es temblorosa.- Tengo frío.
-Lo sé pero tengo que bajarte la fiebre... es algo importante.- Contesta Gabi poniendo el termómetro bajo el brazo de Éleon.
Durante unos interminables segundos Gabriela ve como Éleon tiembla a causa del frío, tan débil y frágil, nada comparado con lo que transmitía cuando tenía energía, se había transformado en otra persona por su culpa, Gabi no podría sentirse más culpable. Y al fin suena la alarma que avisa de que el cálculo de temperatura ha finalizado.
-¿Tengo mucha fiebre?- Se atreve a preguntar Éleon aún tembloroso.
-No te pongas la camiseta, voy a preparar un baño. Tienes una temperatura demasiado alta hay que bajarla como sea.- Dice Gabi levantándose de la cama y dirigiéndose hacia el baño, en su mano el termómetro que marca 40.7 ºC.
Entra en el baño y abre el grifo de la bañera, el agua comienza a salir lo más fría posible. Sale del cuarto de baño y de su habitación y baja las escaleras, Éleon no está en condiciones de rechistar, coge una enorme bolsa de hielo del congelador y a duras penas la sube por las escaleras y la vacía en la bañera. De nuevo se dirige hacia la cama y toma a Éleon de la mano, lo ayuda a incorporarse y a levantarse, prácticamente carga con él hasta la bañera y con extremada delicadeza lo introduce en el agua helada, no sin antes haberlo ayudado a desvestirse.
-¡Gabi....! Está helada.- Se queja Éleon con voz temblorosa.
-Lo sé... pero tengo que bajarte la fiebre, entiéndelo.- Contesta ella con lágrimas en los ojos, mira al suelo evitando que él la vea pero es demasiado tarde. Gabi se siente culpable, siente que todos los males de sus nuevos amigos son por su culpa.
-No...,- comienza a decir cogiéndola de la mano.- no te preocupes Gabi, lo entiendo perfectamente.- E intentando aliviar los nefastos sentimientos de Gabi termina su frase con una sonrisa.
Los ojos de Éleon comienzan a cerrarse, siente como sus dedos se entumecen pero ya casi no nota el tacto frío del hielo en la piel. Se esfuerza por mantenerlos abiertos, pero los párpados le pesan. Nota las manos de Gabriela sobre su cara y eso le hace sentir bien, le da fuerzas para entreabrir los ojos y ver el rostro de Gabi antes de cerrarlos de nuevo.

Pero antes de que Éleon pueda cerrar sus ojos por completo algo los sobresalta, un temblor bajo sus pies y un ruido, parecido al de una explosión, proveniente de la habitación. Éleon abre los ojos justo a tiempo para ver como Gabi se aparta de su lado e intenta dirigirse a la puerta que da a la habitación, pero no puede dejarla marchar, extiende su brazo y la agarra haciendo que se quede junto a él. Juntos, él en la bañera y ella arrodillada a su lado, pueden ver las llamas y una sombra que se acerca. Gabi no da crédito a lo que ve, una figura horrible se presenta ante ella, un monstruo que creía imposible, aunque esa palabra ya careciese de sentido alguno para ella. Un animal enorme lleno de escamas rojas como el fuego que escupe por su boca llena de dientes cada cual más afilado que el anterior. Sus ojos negros y amarillos repletos de rabia y odio la buscaban, parecían querer encontrar a Gabi. El monstruo intenta avanzar pero gracias a Dios la puerta no es lo suficientemente grande para la gigantesca figura.
-Gabi... escóndete.-Susurra Éleon.- Creo que el dragón te busca a ti.
-¿Dragón? ¡Esto es de locos, los dragones no existen!- Grita ella como respuesta.
-Creo que decir eso en este momento no tiene sentido. ¡Escóndete antes de que te vea! Los dragones no ven bien con tanta luz.
-¡¿Qué lo que yo digo no tiene sentido!? Mira a tu alrededor y dime que lo tiene. Yo me quedo, no estás en condiciones de defenderte.- Sentencia Gabi.
-¡Gabi por favor!- Pero los gritos de Éleon no parecen llegar a oídos de Gabi que se ha puesto en pie justo delante del dragón.
Los ojos del dragón por fin se fijan en la silueta de Gabriela. Incluso parece querer sonreír. El aliento del dragón casi quema la cara de Gabi, pero ella permanece firme, no piensa echarse atrás por mucho que Éleon grite a sus espaldas.
-¡Vete de aquí!- Grita Gabriela al tiempo que pone sus manos en posición de ataque hacia el dragón.
-Callaos niñita, y no os defendáis. Quizá así tu muerte sea menos dolorosa.- La voz del Dragón llega a la mente de Gabi pero no se exterioriza y Éleon los mira atónito sin saber que ocurre.
-¿Cuál es tu nombre dragón?- Pregunta ella, esta vez a través de la telepatía.
-Mi nombre es Morto pequeña mortal. ¿Cuál es el vuestro?- Contesta con superioridad.
-Gabriela. Y ante ti tienes a la elegida así que inclínate.
-¿Sois la elegida? No lo parecéis. Esperaba otra clase de persona, alguien más fuerte pero así mi tarea será más fácil.- Responde entre risas.
-He dicho que os inclinéis.- Grita ella.
-Vaya parece que vuestra ira es mayor que vuestro diminuto cuerpo. ¿Por qué debería inclinarme ante alguien que no es ni la mitad de poderoso de lo que soy yo?
Gabi da un paso hacia atrás alza sus brazos, cierra los ojos. Puede oír los gritos de Éleon intentando impedir que utilice sus poderes pero está demasiado débil como para levantarse de la bañera. Una luz emana del pecho de Gabriela extendiéndose primero de manera lenta por todo su cuerpo y después como un destello por toda la habitación rodeando el cuerpo lleno de escamas de Morto. Después del destello una ráfaga de aire recorre la sala, pero esta no proviene del cuerpo de Gabi sino del de Éleon, va acompañada de un grito que intenta desesperadamente hacer que Gabi se detenga. El aire agita el pelo de Gabi y tira algunas de las figuritas y adornos que había en las estanterías junto a la cama.
La luz cegadora de Gabi ha quemado la impenetrable capa de escamas que recubre el cuerpo del dragón y ha hecho que este retroceda.
-¡Te mataré! Tenlo por seguro.- Grita Morto escupiendo fuego por su boca.
-No lo harás.- La voz los sorprende a todos, una voz grabe como la de Morto pero a la vez femenina.
Una cortina de humo, luz y llamas aparece y tras ella la silueta de un nuevo dragón, su cuerpo parece más  pequeño que el de Morto y conforme avanza pueden comprobar que también es de un color diferente, es blanco y parecía recubierto por cristal y no por escamas.
-Gabriela, pequeña elegida, soy Elo. Estoy aquí para protegeros.- Dice con voz tranquila y pausada el segundo dragón.
-¿De dónde has salido?- Pregunta Gabi extrañada.
-Teníais una bola de cristal con un dragón dentro. Yo era ese dragón. Vuestro padre os regaló esa figura sabiendo que algún día os sería útil.- Hace una pausa y mira a Morto que ya parece avanzar hacia Gabi de nuevo.- Yo me encargaré de Morto, cuida del chico del clan del viento.
Gabriela se aparta, retrocede hasta la bañera y mira a Éleon con una sonrisa. Aunque Éleon es completamente consciente de lo que está pasando a su alrededor prefiere quedarse con la sonrisa y la mirada de Gabi, acerca su mano a la cara de la chica y acaricia el pelo y el cuello de Gabriela, pero entonces ella cambia la sonrisa por un grito y una mueca de dolor y cae en la bañera junto a él.
-¡Gabi!- Grita Éleon que parece tener algo más de fuerza, la suficiente como para levantarla y ponerla sobre él.
-Estoy bien...- Responde entre susurros.
-No lo estás, no debiste utilizar tus poderes, suerte que Elo ha llegado.- Replica él.
-Éleon debí hacerlo.- Hace una pausa y toma aire.- Me arde...
-¿El qué?- Pregunta Éleon desorientado.
-El pecho...- Estás son las últimas palabras que Gabriela alcanza a pronunciar antes de desmayarse.
Éleon dirige sus manos al pecho de la chica y retira la camiseta haciéndola pedazos, sobre su corazón ha aparecido una marca, una del clan del viento.

Elo y Morto luchan aunque él intente huir, Elo es mucho más poderosa, un espíritu protector. Ella es una de las madres de la tierra, uno de los cuatro dragones que soportan el peso del mundo y quizá una de las más poderosas, en su forma humana inofensiva pero mortal cuando retorna a su verdadero aspecto, un dragón. Finalmente Morto, tras algunos destellos de luz y llamas por parte de Elo, consigue huir creando un enorme agujero en la pared de la habitación.
Elo se dirige al baño y busca a Gabi, está tumbada sobre Éleon, desde allí puede percibir su latido y es que ambas están unidas desde que nació. Su pulso es débil, casi inexistente. Sabe que Gabi morirá, lo ha leído en su libro de la vida.

domingo, 22 de abril de 2012

Capítulo 18

Al cerrar la puerta de la habitación de Gabriela, Aarón pudo oír como Gabi lloraba pero evitó comentarlo con los demás pues sabía que Adrián habría decidido quedarse con ella y lo necesitarán para atravesar el río contracorriente. Cuando salieron de la casa Aarón se apresuró y llamó a Nerea todo lo deprisa que pudo. En seguida se reunieron todos en el lugar que fijaron para su encuentro.

No tardaron demasiado en llegar y allí estaba Nerea cuando alcanzaron su destino. Corrió hacia ellos en cuanto los vio.
-¿Dónde está vuestro amigo?- Pregunta Nerea con interés.
-Se ha quedado con la elegida, alguien debía cuidar de ella.- Responde Aarón si prestar demasiada atención al interés que Nerea había mostrado.
Sin prácticamente intercambiar palabra alguna, caminan río arriba. Adrián observa ensimismado las formas e irregularidades del río, sus curvas, su anchura y caudal, diferentes a medida que avanzan. Parece hipnotizado con el agua, con cada salpicadura, con cada piedra, con cada charca a sus orillas. No puede apartar los ojos del río, siente la necesidad de introducirse en el agua y nadar, dejarse llevar por la corriente, jugar con ella, le hubiese gustado hacerlo, pero sigue caminando, no es momento de descansar, no cuando sabe que Gabi lo necesita.
-No creo que lleguemos a pasar el río hoy, así que será mejor que vayamos buscando un lugar para comer, no tardará demasiado en oscurecer y de noche estos caminos no son aconsejables para nadie.-Dice Nerea deteniéndose en seco bajo la sombra de un árbol desnudo.
-Pero podríamos continuar después de comer.- Exclama Helena extrañada.
-No es una buena idea, créeme. Estamos en pleno diciembre, pronto oscurecerá y tendremos que prender otra hoguera, no creo que sea una buena idea el ir dejando un rastro de hogueras por allá por donde pasemos. Nos quedaremos por aquí.- La voz de Nerea suena rotunda y convincente.
-De acuerdo.- Termina por sentenciar Aarón.- Buscad un lugar donde nos podamos refugiar chicos.- Dice dirigiéndose a los otros dos miembros de su equipo.
Helena mira a Aarón, su mirada expresa más de lo que ambos podrían decir con palabras. Tras las miradas una sonrisa, se hacen cómplices de un sentimiento. Ella se gira pero sin dejar de mirarlo, camina y termina desvaneciéndose entre los árboles junto a su sonrisa.
-Pensándolo mejor creo que ir solos no es una buena idea, iremos por parejas, yo iré con Helena vosotros podéis buscar refugio juntos.- Dice caminando en la dirección en la que antes Helena a desaparecido.
Nerea y Adrián no tienen tiempo de reaccionar antes de perderlo de vista, no parece importarles buscar en pareja un lugar para acampar.

Aarón corre detrás de una sombra que avanza entre los árboles, no puede alcanzarla pero no parece importarle, sabe que conseguirá atraparla.
-¡Espérame!- Grita Aarón, pero no obtiene respuesta.
Ya no la ve, se detiene en un pequeño rayo de sol. No encuentra la silueta de Helena entre las plantas, se gira una y otra vez pero sigue sin verla. En ese preciso instante algo lo sobresalta, alguien a tocado su espalda, se da la vuelta todo lo deprisa que puede y allí está Helena. Antes de que Aarón pueda decir nada Helena se lanza a sus brazos, lo besa apasionadamente y solo detiene el beso cuando a ambos les falta la respiración.
-¡Vaya! Esto no me lo esperaba.- Dice Aarón sorprendido.
-Aarón...- Comienza a decir Helena con un tono más serio.- Vamos a morir.
-Lo sé.- Contesta él completamente convencido.
-¿Y no quieres....? En fin, ¿no quieres que antes nos...?- Intenta decir Helena entre tartamudeos.
-¿Si quiero que nos acostemos?- Pregunta él algo incrédulo.
-Si, eso es lo que quería decir. ¿Y bien?- Contesta aliviada.
-Claro que quiero, pero será algo especial, aunque suene cursi.
Ambos ríen y Helena lo abraza, se vuelven a besar, a menudo que pasa el tiempo el beso se hace más largo y apasionado y parece no importarles el quedarse sin respiración.
-Donde tu estés es un lugar especial.- Termina diciendo Helena.
Aarón se limita a asentir, la coge de la mano y juntos se adentran aun más en la espesura del bosque. Casi escondida entre los árboles encuentran una diminuta cueva con pequeñas aberturas en el techo que hacen que los rayos del sol se asemejen a estrellas. Ese será de ahora en adelante un lugar mágico para ambos.

Adrián camina sin rumbo entre los árboles y Nerea lo sigue. Entre las plantas tanto Adrián como Nerea pueden sentir una masa de agua "tal vez un afluente" piensan. Avanzan hasta dar con él y como creían se trataba de un pequeño afluente. Nerea no lo duda un instante y en cuanto puede se lanza al agua en cambio Adrián se resiste, no cree que sea el momento ni el lugar adecuado.
-Vamos ven, el agua es perfecta y lo estás deseando.- Dice ella sonriendo ya desde el agua.
-No creo que sea una buena idea, estamos aquí para buscar esa flor no para nadar.- Contesta él intentando resistirse a los encantos del agua y de Nerea.
-Ven conmigo, nademos, ven conmigo...- Nerea repite estas palabras una y otra vez como evocando un conjuro.
Adrián comienza a andar, se acerca al agua lentamente, ha caído en su hechizo. Se detiene justo antes de llegar a la orilla y se quita la ropa, todo excepto la ropa interior. Se introduce en el agua lentamente y nada hacia Nerea.
-Adrián, ahora eres mío... ¿lo entiendes?- Le susurra al oído.
Adrián no contesta pero asiente. Del agua comienzan a surgir burbujas y pequeñas esferas de luz, los rodean y estrechan el círculo haciendo que sus cuerpos se junten aun más.
-Sellemos nuestro pacto.- Dice de nuevo con susurros Nerea.
-¿Cómo?- Pregunta Adrián.
-Con un beso.- Sentencia ella.
Y Adrián obeciente a causa del embrujo la besa. Tras ese beso ambos salen del agua y Adrián absorve el agua de sus cuerpos para que nadie sepa lo que ha pasado apenas unos minutos atrás.

domingo, 15 de abril de 2012

Capítulo 17

Ya han llegado a casa de Gabi, consiguieron despertarla y pudo entrar a pie. A su madre le dijeron que se había quedado a dormir en casa de Helena y no tuvieron problemas para ser creídos. Están en su habitación y ella yace tumbada en la cama, Adrián agarra su mano y la besa delicadamente mientras que los demás los miran algo extrañados. Aarón también abraza a la chica a la que ama, Helena. Y Éleon simplemente permanece en pie observando la escena desde una esquina de la habitación. Decidieron que Nerea aguardaría en el bosque la señal de Aarón sobre los árboles para reunirse de nuevo en el río.
Gabi no puede mantener los ojos abiertos durante mucho más tiempo y termina por quedarse dormida, sus cuatro nuevos protectores la vigilan y no le quitarán el ojo de encima hasta que todo vuelva a la normalidad.
-Cuando vayamos a buscar la flor no deberíamos dejar a Gabi sola.- Comenta Adrián.
-La dejaremos con Nerea, ella la cuidará.- Contesta Aarón encogiéndose de hombros.
-No, no me parece una buena idea.- Interviene Helena dubitativa.- Esa chica... hay algo raro en ella, no me fío.
-Yo tampoco, uno de nosotros deberá quedarse.- Dice Adrián con un tono firme.
-Yo.- Comienza a decir Éleon.- Yo la vigilaré.
-¿Y por qué tu?- Pregunta Adrián acercándose a él.
-Pues porque si atacan tu no puedes inundar la casa, ella se ahogaría. Helena no podrá prender fuego a la casa porque ella se quemaría, al menos en este estado y Aarón es el que dirige la misión. Solo quedo yo.- Contesta Éleon que está jugando con unas llaves.
Se miran unos a otros y ninguno parece tener queja alguna. Adrián se acerca a Gabriela y la besa en la frente, una lágrima recorre el rostro de Gabi y esta abre los ojos. Alza su mano y agarra con toda la fuerza de la que es capaz el brazo de Adrián.
-No quiero que te pase nada.- Dice entre sollozos.
-Eso mismo me pasa a mí contigo. No puedo permitir que te pase nada y ahora he de salvarte, pero volveré.- Contesta él sonriente.

Gabriela y Éleon observan como uno a uno, los tres componentes de los clanes del fuego, agua y tierra, se marchan por la puerta de la habitación de Gabi. En cuanto el último sale del cuarto, Gabriela rompe a llorar y Éleon se acerca a ella para consolarla. Se sienta a su lado y la ayuda a incorporarse, limpia una de las lágrimas de su rostro con los dedos y la abraza.
-Todo está bien Gabi, no pasa nada.- Dice Éleon con voz tranquilizadora.
-Es por mi culpa... no debí aventurarme en esta misión, era demasiado para mí y no lo supe ver.- Contesta ella todavía con lágrimas en los ojos.
-No digas tonterías, gracias a ti Helena está viva y Marcus bajo capas de hielo y agua en su prisión.- Dice él mientras muestra la mejor de sus sonrisas.
-Gracias, ¿siempre sabes qué decir?- Pregunta limpiando las lágrimas de sus ojos.
-Qué puedo hacer, es uno de mis muchos dones.- Contesta Éleon riendo.
Las carcajadas sustituyen al llanto en la habitación de Gabriela. Se siente con fuerzas suficientes como para ponerse en pie, y así lo hace. Camina hacia la puerta pero Éleon la detiene, la agarra por el brazo y la hace girar empujándola hacia él mismo. Sus cuerpos chocan y Gabi lo mira extrañada, no sabe a qué ha venido eso. Están muy cerca, quizá demasiado.
-No salgas, aun estás débil y es peligroso.- Consigue decir Éleon.
-Pero tu mismo has dicho que Marcus está encerrado y yo me siento mucho mejor.- Dice ella algo desconcertada.
-Aun así no quiero que salgas de aquí.- Contesta Éleon serio y decidido.

Gabriela resopla y se echa de nuevo sobre la cama, mira al techo y da pequeñas patadas al aire como queriendo empujar al tiempo para que este pase más deprisa.
-Oye Éleon, ¿y tu por qué no tienes novia? Es decir, todos la tienen y tu...- Pregunta curiosa como siempre.
-Bueno... yo soy un chico más bien solitario, ninguna chica se fija en mí y yo evito fijarme en ellas.- Contesta sin apenas cambiar la expresión de su rostro.
-Eso es una tontería.- Dice incorporándose de nuevo.- Tu eres un chico muy guapo y muy simpático, no veo motivo alguno por el cual las chicas no se fijen en ti.
-No siempre eso basta Gabi, es más complicado.- Dice él mientras pasea por la habitación, con las manos en los bolsillos y la cabeza agachada.
-Pues yo creo que el amor es sencillo, se siente y ya está. Las excusas que ponemos para evitarlo solo son por miedo. Créeme, a lo largo de mi vida he puesto muchas.
-Aún así es complicado y dejemos ya este tema por favor.
Con estas últimas palabras Éleon pone fin a esa conversación, que le esta causando mayor daño del que Gabriela puede imaginar, ella no sentirá nunca lo que él ha de pasar cada día y cada instante. Pero ahora parece no importarle, cuando la mira, la luz que desprende es mágica. No sabe si es el hechizo eterno de Luz de Luna pero le da igual, no quiere averiguarlo, al menos de momento.

Gabriela camina hacia la puerta pero antes de alcanzarla se gira para mirar a Éleon.
-Quiero ir a la cocina, ¿vienes conmigo?- Pregunta Gabriela.
-Sí, yo te acompaño.- Responde Éleon dirigiéndose hacia la puerta del cuarto.
Ambos bajan las escaleras y llegan a la cocina. Gabriela entra y comienza a abrir y sacar cosas de distintos armarios: un bol, una cuchara grande, unos cuantos huevos, harina...
-¿Qué vas a hacer?- Comenta Éleon con afán de sacar un nuevo tema de conversación.
-Galletas, ¿quieres ver algo divertido?- Contesta Gabi con una sonrisa de oreja a oreja.
Éleon se limita a sonreír y asentir. Gabriela junta sus manos y las frota, sopla en ellas y poco a poco las separa creando entre ellas una pequeña bola de luz que expande hasta cubrir todos los utensilios que se hayan sobre la mesa. Paso a paso la magia de Gabriela crea la masa de las galletas y en solo unos instantes Gabi ha colocado las galletas en el horno.
-Vaya, no sabía que podías hacer cosas así.- Dice Éleon sorprendido.
-Yo tampoco pero algo dentro de mí me ha dicho que lo intentase.- Comienza a decir Gabi entre risas.- Por fin encajo, por fin soy yo, gracias.
Gabi y Éleon caminan hacia el salón, allí esperaran que las galletas terminen de hornearse. Pero antes de que Gabriela pueda alcanzar el sofá las piernas le fallan y cae al suelo, afortunadamente Éleon consigue atraparla antes de que choque contra el suelo. No debió dejarla utilizar su don.

Con Gabriela en brazos, Éleon sube las escaleras hasta la habitación de Gabriela y allí la tumba sobre la cama. Yace pálida y frágil sobre las mantas. No quiere verla así, no puede. Da vueltas alrededor de la cama sin saber que puede hacer, se lleva las manos a la cabeza y resopla. Se arrodilla a un lado de la cama y toma la mano de Gabi.
-Gabi... Vamos, despierta.- Dice desesperado.
Mira la mano de Gabriela y la estrecha con todas sus fuerzas. Tiene que despertarla, sea como sea. Su misión era sencilla: proteger a la elegida; pero no ha sabido cumplirla, se siente un estúpido. No puede dejar de mirar sus labios, ya violetas; sus ojos cerrados, en apariencia para siempre y sus manos frágiles como el cristal.
-Está bie Gabi, yo te salvaré.- Comienza a decir. Suelta la mano de Gabriela y cierra los ojos, se concentra y busca en su mente las palabras adecuadas.- Transferre vires, nikta mae.- Dice colocando sus manos sobre el pecho y abdomen de Gabi.
De las manos de Éleon brota una luz mate que ilumina el cuerpo de Gabi y los hace ascender, se adentra en su corazón y lo aviva como si de una llama se tratase. Éleon ha conseguido transmitir parte de su enegía vital a Gabriela pero a un alto precio, su propio agotamiento. Ahora solo quiere descansar y se tumba en la cama junto a Gabi. Desde allí puede ver como Gabriela se levanta y respira dificultosamente, sabe que le duele el pecho, la energía de Éleon la quema, pero al meno está viva.

miércoles, 4 de abril de 2012

Capítulo 16

Por fin puede respirar el aire fuera de esa cueva, han sido un par de días pero le han parecido una eternidad. Camina por si sola aunque le cuesta, no dirá nada, no le gusta tener que pedir ayuda, la hace sentir inútil e impotente, y le encanta sentir el tacto de la mano de Aarón estrechando la suya. Se siente libre. Ha decidido no contar nada de lo que Marcus le hizo, eso solo provocaría la rabia de sus amigos. Sabe que la prisión no es eterna, sabe que Marcus saldrá porque aun no han muerto.

Cuando dejaron a Marcus decidieron el horario de entrenamientos para Gabi; Aarón en primer lugar, Éleon en segundo, ella sería la tercera y Adrián el último. Algo le dice que todo irá bien, aunque esa nueva compañera de viaje no le inspira confianza, sus ojos... no transmiten pureza.
-¿Queda demasiado?- Se queja Adrián.
-No, creo que no mucho.- La voz de Aarón no suena demasiado convincente para ninguno.
-¿Crees? ¿Cómo que crees?-Exclama Éleon desde el final de la cola.
Aarón se detiene y se gira haciendo que los demás se paren también, retrocede unos pasos y se coloca frente a Éleon, su cara muestra una expresión seria y poco amigable.
-No sé donde estamos exactamente, ¿vale? Pero intento guiaros, ya es más de lo que tu has hecho.
-Yo me preocupo por la elegida, ¿o es que acaso soy el único que se ha dado cuenta de que sus oídos sangran y de que gotas de sudor recorren su cuello?- Éleon hace una pausa para la reflexión.- Claro que soy el único, todos tenéis cosas más importantes en las que pensar. Deberías preocuparte menos por la orgullosa de tu novia y empezar a pensar en la elegida.

Ninguno pronuncia palabra alguna pero todos miran a Gabriela, se fijan en sus oídos y su cuello, lo que Éleon ha dicho ha resultado ser cierto. Adrián se llena de rabia, hacia él mismo, por no haberse dado cuenta, porque haya sido Éleon el que ha tenido que decirlo y finalmente por no saber como evitar que lo que sea que hiere a Gabi la dañe.
-Gabi...- Suspira Adrián
-Yo...- Comienza a decir Gabi.- Estoy bien, no es nada de veras. Helena está peor, es decir ella está herida,- Hace una pausa y continúa dirigiéndose esta vez a Helena.- no he podido evitar darme cuenta.
-Quizá yo esté herida, pero mis heridas no tienen importancia, no son profundas, no sangran y ya se están curando. Gabi, debiste habernos dicho que no estás bien y habríamos hecho algo.- Para un instante y se gira hacia Éleon.- Desde pequeña me han negado la ayuda, no es fácil crecer huérfana y menos si te tienen miedo, he aprendido a vivir sin amigos ni familia y sin ayuda, de donde yo vengo es de cobardes pedirla y es por eso que ahora me cuesta hacerlo. No me considero una orgullosa Éleon, y no quiero parecerlo.
-Dejad de discutir, estamos cayendo en una trampa, si nos peleamos entre nosotros seremos una presa fácil, puede que hayamos capturado a Marcus pero su poder no conoce fronteras.- Interviene Aarón al fin.
-Tienes razón, siento haber dicho esas cosas, no sé que me ha pasado, no era yo.- Se disculpa Éleon.
-No pasa nada, han sido unos días de mucho estrés.- Dice Helena intentando sonreír.- En cuanto a Gabi...
-Solo necesita descansar, ¿no es así?- La interrumpe Adrián.
Gabi asiente. Sonríe y se acerca a Éleon, que está a su lado, más cerca que ningún otro. Le cuesta caminar, las piernas le tiemblan, le sudan las manos y sus labios se vuelven blancos.
-Éleon...
-¿Qué pasa Gabi? ¿Te encuentras bien?
-Cógeme.
-¿Qué?
No tiene tiempo de extrañarse cuando Gabriela se derrumba en sus brazos. Los demás corren a su lado, entre Éleon y Adrián la tumban en el suelo. Nerea, que había permanecido junto a ellos sin decir una sola palabra, se acerca y se pone sobre ella. Aproxima su rostro al de Gabi, todos la miran extrañados, parece ¿olfatearla? Ninguno comprende que está haciendo pero tampoco la detienen. Por fin Helena se atreve a preguntar.
-Nerea, ¿puedo preguntar qué estás haciendo?- Dice Helena extrañada.
-Tan solo buscaba el problema, y lo he encontrado.- Contesta Nerea orgullosa.-  Vuestra amiga, es decir, la elegida no está entrenada, ¿verdad?
-¿Cómo lo has sabido? Yo no te lo he dicho.- Pregunta Aarón extrañado.
-Lo que le pasa a la elegida es que ha usado unos hechizos más poderosos que ella misma y que todos vosotros sin estar preparada, por eso está así.
-Pero, ¿se pondrá bien?- Se apresura a decir Adrián.
-Necesita descansar como tu dijiste, pero eso solo repondrá un poco su energía.
-¿Qué quieres decir con "solo un poco"?- Interviene Éleon.
-Quiero decir que por mucho que descanse ha perdido demasiada energía y no la recuperará por completo. No está entrenada, es peligroso que utilice Luz de Luna si ni siquiera controla los otros dones.- Exclama Nerea.
-Y ahora, ¿qué debemos hacer?- Dice Helena.
-Lo único que podéis hacer es...- Comienza a decir Nerea.- Olvidadlo, es demasiado peligroso.
-¡Debemos salvarla! Dinos que podemos hacer, te lo ruego.- Grita Éleon.

Nerea se levanta y camina, se lleva las manos a la cara y retira un mechón de su larga cabellera castaña, lo coloca detrás de la oreja y cierra los ojos escondiendo el precioso color verde que reina en ellos. Respira hondo y abre los ojos de nuevo.
-Deberéis surcar el río helado al norte del bosque,  hasta allí donde el agua comienza a fluir de nuevo, si continuáis contra corriente veréis una montaña, en el fondo de esta encontrareis una flor, las gotas de rocío que nacen y se deslizan por sus pétalos son mágicas y solo esas gotas salvarán a vuestra amiga.
Todos se miran, asienten casi al tiempo y Aarón al fin acepta la misión. Salvarán a Gabi.

sábado, 31 de marzo de 2012

Capítulo 15

Esperó, pero no obtuvo respuesta, así que decidió intentarlo de nuevo. Quiere que haya funcionado, lo desea con toda su alma. Ahora se siente cansada y es de esperar, ha empleado mucha fuerza. Se colocó en el centro de la sala, y buscó con la mirada cualquier objeto que pudiese quemar, cogió todos los trozos de tela que encontró y los colocó de manera que formasen un perfecto círculo a su alrededor, después buscó por todos los armarios de la sala hasta que encontró lo que esperaba encontrar: una vieja botella de vino. Con ella impregnó todos los trozos de tela y les prendió fuego, no tardaron demasiado en arder y provocar un incendio entorno a ella, pero la zona en la que Helena se encontraba, la perfecta circunferencia que había dibujado, se mantuvo intacta.
Se concentró como de costumbre, pero no solo cerró los ojos sino que empezó a mover sus manos y brazos trazando en el aire distintos dibujos, símbolos pertenecientes al clan del fuego, estos símbolos provocaron que una brisa agitase el pelo de Helena y lo elevase en el aire. El movimiento de su cuerpo acompañaba al del fuego creando una bella danza, conforme Helena alzaba sus brazos el fuego crecía, parecía bailar con ella, obedecerla y es que eso es lo que estaba ocurriendo.
El fuego cubría la habitación casi por completo, Helena aun no había dejado que el fuego entrase en el círculo. Su cuerpo se movía como si flotase, comenzó a girar sobre si misma, mirando al techo y con los brazos en cruz y entonces un tentáculo de fuego avanzó hacia el interior del círculo, creando una espiral alrededor de Helena. La elevó sobre el suelo y entonces el fuego que estaba retenido llenó por completo el espacio que quedaba libre de llamas.
-Vocant auxilium, nikta mae.- Gritó a pleno pulmón.
Todo ardía alrededor de Helena, los muebles se desintegraban al igual que su ropa, y lo único que permaneció fue ella, incluso la puerta que cerró Marcus con magia había sucumbido a la fuerza del fuego. Entonces ella, con toda la fuerza que fue capaz de reunir extinguió el fuego, lo almacenó en su interior y a la vez mandó la señal que Aarón debía recibir.

Aun puede sentir el calor del fuego ardiendo en su corazón y en su alma, guarda esa fuerza para un bien mayor y aunque quizá debiera usarla para huir ha decidido reservarla para algo más importante. Está sentada en el centro de una habitación calcinada, mira a su alrededor y sonríe, ahora se siente fuerte aunque cansada pero sabe que esa segunda sensación pasará pronto, es como un fénix que ha resurgido de sus cenizas. Se pone en pie y camina por la sala, decide buscar algo que ponerse pero no queda nada en esa habitación. "Quizá en el otro cuarto" piensa Helena. Cruza el umbral de la puerta, o de los restos de ella y busca por la sala algún vestido o ropaje. En la pared de la derecha, justo en frente de la chimenea hay una cómoda, parece antigua, en uno de sus cajones encuentra varios vestidos, saca el primero y su cara cambia por completo, lo que ha encontrado no es otra cosa que un precioso vestido de novia. Sigue buscando y debajo de él encuentra otro vestido de color crema y blanco, de más o menos la época del anterior.

Camina de un lado a otro, no sabe cuando regresará Marcus pero algo le dice que será pronto. Se acerca a la grieta en la pared, aquella por la que puede ver todo el bosque,  y mira a través de ella, espera ver a Aarón pero no ve nada, tan solo árboles, árboles en flor aun estando en diciembre. Algo hace que cambie la expresión curiosa de su rostro, poco a poco se aleja del hueco y retrocede hasta el centro de la sala, justo delante de la chimenea. Lleva las manos detrás de su espalda y toma prestado parte del fuego de la hoguera, lo concentra en una bola de energía y llamas en su mano izquierda, pues ella es zurda. La silueta tenebrosa de Marcus ha entrado en la cueva y avanza hasta ella. Parece disgustado y una de sus manos está sangrando. Helena teme que haya atacado a alguno de sus amigos o a la elegida, sabe que algo ha debido suceder y no está muy segura de que sea algo bueno.
-¿Qué te ha pasado, pareces herido?- Pregunta Helena curiosa sin moverse ni un centímetro.
-Nada, no ha pasado nada.- Responde él sin mirarla a la cara.- ¿Qué haces tú aquí? Recuerdo haberte encerrado.
-Bueno, el fuego es algo incontenible, ¿no?- Contesta Helena intentando no reír.
-Ya hablaremos de eso, desde luego no creas que lo pasaré por alto pero ahora necesito que me cures.
-No lo haré, te prefiero herido.
-Si que lo harás, me basta con provocar un ataque por tu parte para deborar tu energía, la única duda que tengo es el número de torturas que aguantarás.
Mientras dice estas palabras en la cara de Marcus se dibuja una sonrisa que aterra a Helena, pero ella no está dispuesta a darle lo que quiere, no piensa mostrar miedo o dolor alguno. La caballería está al llegar o al menos eso cree.

Se acerca más a ella y la agarra del brazo.
-No puedes hacerme más daño del que ya me has hecho.
Helena detiene la mano de Marcus con la que le queda libre, esa en que tenía la esfera de fuego. El fuego se extiende por el brazo de Marcus, lo quema y no puede evitar soltar un grito de dolor, ahora la sonrisa se haya en la cara de Helena pero desaparece cuando Marcus torna sus gritos en risas. No entiende como no se dio cuenta de lo que Marcus pretendía, pero algo la alienta, una mano. Una mano aparece tras la grieta de la pared, alguien está trepando e intenta entrar, sabe que son ellos, sería imposible para ella no reconocer el anillo que ella misma regaló a Aarón cuando el maestro les contó su desafortunado final.
-Creí que serías más lista, pero creo haberme equivocado.- Dice entre carcajadas.
-Es curioso yo estoy pensando lo mismo sobre ti.- Contesta Helena desafiante.
Lejos de soltar el brazo de su captor, emplea la fuerza que antes había almacenado para "sobrecargar" a Marcus, no necesita derrotarlo, solo agotarlo para que Aarón y los demás puedan acabar con él.
-¡Suéltame!- Grita Marcus envuelto en llamas.
-¡Ya es demasiado tarde! Nunca debiste traicionar a tu equipo, yo no lo haré con el mio.
El fuego se apodera del cuerpo de Marcus, ahoga sus gritos y nubla sus ojos. El fuego y las llamas crecen hasta cubrir también el brazo de Helena, sus fuerzas se agotan pero a ella no parece importarle, debe aguantar. El fuego todavía aumenta y Helena se derrumba, se desploma sobre sus rodillas pero no suelta la mano de Marcus.

Aarón ya alcanza a ver el interior de la cueva, una enorme bola de fuego se ha hecho la dueña del lugar. Sabe que Helena la ha provocado, ¿quién sino? Trepa todo lo deprisa que puede, y cuando ha entrado se para un segundo a tomar aliento, en ese instante puede ver con claridad donde se haya Helena, está a los pies de Marcus el grita aunque le resulta extraño no oír los gritos, solo oye la respiración agitada de su novia. Se apresura y corre junto a ella, Helena solo es capaz de esbozar una débil sonrisilla, ya casi no le quedan fuerzas.
-Ayuda.- Susurra.
Esto impacta mucho a Aarón, no está acostumbrado a oír palabra semejante de la boca de Helena y mucho menos en una situación así, ella siempre intenta ser fuerte por todo el mundo y aunque a veces las fuerzas le flaqueen nunca muestra su lado débil.
La coge en sus brazos y la retira, la deja sobre el suelo, una pequeña lágrima recorre el rostro de Helena y eso da fuerzas a Aarón, lo carga de rabia. Estira su brazo y entre murmullos pronuncia uno de sus encantamientos, la única parte audible es "nikta mae", no quiere que nadie escuche su conjuro. Una rama tras otra sale del suelo, y rodea el cuerpo herido de Marcus, al tiempo que Aarón aprieta su puño la mano formada por tierra y ramas aplasta a Marcus dejándolo casi sin respiración, al desaparecer la bola de fuego los gritos de Marcus se dejan oír y son estremecedores.

Los demás ya han entrado y contemplan la escena, Éleon decide intervenir y convoca las fuerzas del viento, hace una señal a Aaró para que se retire, y así lo hace. El viento convocado por Éleon crea una burbuja alrededor de Marcus y de esa burbuja extrae todo el oxígeno, todos pueden ver la figura de Marcus tirada en el suelo intentando respirar sin éxito. Adrián se acerca a la burbuja y extiende su mano, la introduce en la burbuja y se concentra como todos han hecho antes. El agua comienza a brotar de su mano y llena la esfera, Adrián y Éleon se miran complices y ambos hielan cada uno su conjuro, el viento helado y el agua o más bien hielo son la nueva prisión de Marcus. Aarón se les une y alrededor de estas cárceles construye una más de piedra y Helena con la poca fuerza de la que dispone rellena los huecos que quedan entre piedra y piedra con lava. Todos esperan la intervención de Gabriela, se acerca muy despacio a la jaula de Marcus, y sopla sobre ella, se retira y todos la miran extrañados pero la expresión de sus rostros cambia cuando la cárcel torna su forma en la misma que la de la luna. Una luna en miniatura se convierte en la prisión de Marcus.

Todos respiran aliviados al fin, entre todos consiguieron transportar la luna a la parte del río que permanecía helada, saben que no ha acabado pero también saben que ahora tienen el tiempo que Gabriela necesitaba para prepararse.

jueves, 22 de marzo de 2012

Capítulo 14

Caminan con la esperanza de que pronto verán la ladera de la montaña llena de amapolas, las preferidas de Gabi, pero quizá eso sea solo una coincidencia. Gabi y Adrián caminan el uno al lado del otro, cómplices de un sentimiento, nuevo para ambos. De vez en cuando Adrián pasa su mano por el hombro de Gabriela. Pasan junto a unas florecillas que se resguardan de la nieve en el interior de un tronco hueco tirado en el suelo y Adrián recoge una de esas flores blancas y la pone en el pelo de Gabriela. Se sonríen el uno al otro y se besan, una y otra vez.

El medio día se acerca y el hambre se hace notar entre los presentes. Se ponen de acuerdo para parar en un precioso claro ni muy cerca ni muy lejos del río. Es diciembre pero notan que a medida que se acercan a la montaña la temperatura comienza a subir, eso explicaría las amapolas en la ladera solana. Poco a poco van sintiendo el calor y terminan por quitarse parte de la ropa. Deciden separarse en grupos para buscar algo de comida, debido al calor que hay en el ambiente imaginan que no será difícil. Aarón, y Éleon comienzan a buscar en la dirección opuesta a la de Gabi, Adrián y Nerea, intentaron dejar solos a Gabriela y Adrián pero Nerea se empeñó en acompañar y proteger a la elegida. Ambos grupos se adentran en el bosque, han acordado dejar marcas por donde pasen para no perderse y la bufanda roja de Adrián ha sido la víctima perfecta para su propósito. El grupo capitaneado por Gabi avanza hasta que Aarón y Éleon los pierden de vista, entonces Éleon agarra del brazo a su compañero haciendo que este se detenga, necesita hablar con él.
-No sé si está bien.- Dice Éleon en su particular tono de seriedad.
-¿A qué te refieres?- Pregunta Aarón extrañado.- Necesitamos comer y juntos no encontraremos comida, ha sido inteligente dividirse.
-No me refiero a eso.- Éleon se apoya en un árbol cercano.- Gabi y Adrián, es peligroso que estén juntos.
-¿Y qué quieres que le haga? Se aman.
-Y su amor costará la vida de miles de millones de personas. Despierta, no pueden estar juntos, aunque les duela. Incluso dudo que se amen de verdad.
-Dejemos está conversación, hemos venido a buscar comida.
Durante el tiempo en que buscan cualquier alimento no se dirigen la palabra, Aarón no puede creer lo que su amigo ha dicho, le extrañaría que en verdad pensase eso, pero ahora mismo está confuso y es él quien no sabe que pensar, por una parte opina que Éleon tiene razón pero en cambio cree que el amor es algo importante y que no deberían ignorarlo.

Nerea avanza por delante de la pareja, comprueba cada rincón, cada árbol, cada piedra, no puede permitir que le ocurra nada a la elegida. Adrián, aun que más disimuladamente, también mira de reojo las espaldas de su chica. No creen que las fiebres fuesen obra de tan solo sus poderes o de una fuerza superior a ella, puede que Marcus tenga algo que ver y eso es algo que todos sospechan pero ninguno se atreve a expresar.
-Chicos, seguid un momento sin mí, en seguida os alcanzo.- Dice Gabriela deteniéndose.
-No creo que sea una buena idea Gabi.- Contesta Adrián parándose él también.- ¿Por qué quieres parar? ¿Estás cansada? Si quieres podemos descansar.
-No es eso, pero es que necesito parar...
-Ah... comprendo, yo te acompañaré- Interviene Nerea.
-Lo siento chicos, pero creo que no quiero que ninguno me vigiléis mientras... bueno ya os lo imagináis.
-De acuerdo pero no continuaremos, te esperamos aquí.
Nerea y Adrián observan como Gabriela desaparece entre los árboles, no es que necesite ir al baño como les ha hecho creer, es solo que necesita estar sola un instante, por corto que sea. Camina hasta que nota como la pierden de vista, se retira el pelo y lo coloca detrás de la oreja, siente como si le fuese a explotar la cabeza, siente ese dolor desde que se despertó en brazos de Aarón pero no quiso preocupar a nadie, mientras se coloca el pelo tras la oreja la roza y nota un tacto húmedo, pasa de nuevo los dedos por su oreja y los mira, están manchados de sangre. No entiende que le pasa, el dolor aumenta por segundos y un ruido sordo la envuelve. Quiere gritar pero se contiene, no puede dejar que Adrián la oiga. Las rodillas le fallan y cae, lucha consigo misma por no desfallecer, nota que la fuerza en ella crece y lucha contra lo que sea que la está atacando. Sus ojos se tornan en rojo fuego y de ellos comienzan a emanar llamas, su cuerpo es envuelto por un destello anaranjado. El fuego que la rodea comienza a avivarse y el ruido desparece, ha conseguido no gritar y creer haber conseguido lo que quería, vencer sin pedir ayuda.
Se dispone a volver con Adrián y Nerea cuando nota un aire helado en su nuca, el aliento gélido de alguien sin alma, se gira y allí está él, sonriendo irónicamente, Marcus. Acerca su mano a la cara de Gabriela y pone su pelo detrás de la oreja, contempla los restos de sangre que quedan, ante esa visión ríe.
-Te crees muy lista, pero al luchar contra mí me indicaste donde estabas.- Dice sin poder dejar de reír aún.
Marcus alza su mano y con ella rodea el cuello de la chica, pero Gabriela no cambia la expresión de su rostro, debe ser fuerte. La mano de Marcus comienza a apretar y consigue levantar a Gabi del suelo.
-No saben donde estoy, y no gritaré, mátame y ellos acabarán contigo.- Responde Gabi que casi no puede hablar a causa de la presión en su cuello.
-Parece que no sabes lo que ha de pasar y juraría que te lo expliqué.
-Pero te equivocaste, yo no soy la elegida, solo soy una más. Mi vida no importa.
-No intentes mentirme, no sé si sabes que nosotros, los elegidos, también somos telépatas y podemos leer mentes, ver el futuro y tener visiones del pasado. Puedo leer en tu mente la mentira y el miedo.
-Pues solo deberías poder leer lo primero.
Tras decir esto Gabi aprieta los ojos y los abre, pero ya no son sus preciosos ojos azules, su iris está partido en distintos sectores, cada uno de un color, son cuatro en total: rojo, como el fuego; verde, como la tierra; azul, como el agua y gris, como el viento. Todos estos colores terminan por fundirse y de la piel de Gabi comienzan a brotar estos colores, un aura de poder y fuerza. Este aura se libera alcanzando la mano de Marcus y comienza a quemarla, el brazo de su captor empieza a arder pero este se niega a retirarse, hasta que Gabi incrementa su poder y Marcus no puede hacer otra cosa que huir, desapareciendo en una bola de humo negro.

Cuando Marcus desparece Gabriela cae al suelo e, instintivamente, se lleva las manos al cuello, la respiración agitada de la chica alarma a los árboles, que la comprenden y al igual que los miembros de los clanes intentan protegerla, el viento también se ha percatado de la situación y junto a los árboles y flores del bosque han intentado hacer llegar el mensaje a Aarón, el viento transmite el mensaje de un árbol a otro hasta hacerlo llegar a Aarón.
Aarón no tarda en notar que Gabi está en peligro y se dirige al punto de encuentro, desde allí sigue las señales rojas que Nerea, Adrián y Gabi fueron dejando en los árboles. Éleon lo sigue de cerca, Aarón le ha contado lo que ha sentido, lo que las plantas le han transmitido y no ha podido evitar preocuparse. En poco tiempo han llegado hasta donde están Nerea y Adrián.
-¿Dónde está Gabi?- Dice Éleon nervioso.
-Ha ido un momento al baño.- Responde Adrián sin entender muy bien que hacen Éleon y Aarón allí.
-¿¡Y no habéis ido con ella!? ¡Debías protegerla!- Le grita Éleon a Adrián.
-Quiso que la dejamos sola, confio en ella.- Se defiende Adrián.
-Y debes confiar en ella, pero no en Marcus.- Comienza a decir Aarón, más calmado que Éleon.- Las plantas me han avisado, los árboles me han hecho saber que ha atacado a Gabi y no sabemos dónde está o si la ha matado.
Adrián abre los ojos todo lo que puede, se siente un imbécil, no ha sabido protegerla. No sabe si ahora será tarde y le da miedo descubrirlo.
-Tenemos que encontrarla.- Consigue decir Nerea.
Ninguno contesta pero todos se ponen en marcha, Nerea les indica por donde recuerda que se fue Gabi. Recorren el camino que parece llevar a un claro y allí está ella, tirada en el suelo. Corren hacia Gabriela y Aarón la levanta del suelo, la toma en brazos y la eleva para que todos puedan verla, sus labios han adquirido un tono violáceo, su piel está algo pálida y sus ojos se hayan cerrados. Se temen lo peor pero entonces Gabi sonríe, y abre los ojos muy lentamente, Adrián que estaba casi al borde de las lágrimas no puede contener su alegría y estalla en carcajadas, la risa termina por contagiarse a todos, incluso a Gabi que ya ha abierto sus ojos por completo. Poco a poco todos dejan de reír pero no borran la sonrisa de sus rostros, Aarón ha dejado a Gabriela en brazos de Adrián, ha recobrado su tono habitual de piel y tras beber algo de agua también el color de sus labios.
-Creíamos que Marcus te había atacado.- Dice Éleon aliviado.
-Y así ha sido, me atacó.- Responde aún sonriente.
-¿Y que pasó?- Se paresura a preguntar Nerea.
-Vencí.- Exclama Gabi entre carcajadas.- Bueno, no del todo pero conseguí que huyese.
-¡Eso es fantástico! Sabía que podrías, sabía que pronto serías más fuerte que ningún otro elegido.- Grita Adrián.
-¿Cómo lo hiciste?- Pregunta Nerea intrigada.
-No lo sé. Sentí rabia y a la vez alegría, entonces dentro de mí, sentí el fuego y la fuerza saliendo desde mi corazón y no utilicé el agua o el fuego, ni la tierra o el viento, fue distinto, fue una mezcla. No sé cómo lo hice, creía que hacían falta esas palabras: nikta mae, pero veo que me equivocaba.
-En cierto modo no te quivocas Gabi, esas palabras, como tu las llamas, sirven para expresar un deseo concreto, pero cuando tan solo queremos sentir la fuerza de un don en nosotros basta con pensar en ello.- Responde Éleon.- Y lo que nos has descrito es impresionante, serás muy fuerte, ya lo eres, mejor dicho.
Continúan felicitando a Gabi durante un tiempo, deciden que comerás allí mismo, no quieren alejarse de Gabi y está muy débil para andar un gran camino. Necesita descansar. Dentro de poco dispondrán sus entrenamientos.

Cuando han terminado de comer reemprenden el camino de vuelta al río, y siguen andando, al poco tiempo divisan una extraña forma, un arco, pero no es un arco de piedra normal, es mágico saben que están cerca. Al atravesarlo notan como la temperatura deja de subir, como el aire deja de ser frío y se convierte en una extraña brisa y como las amapolas, rojas como el fuego y blancas como la nieve, empiezan a aparecer, ya pueden ver la montaña, pero algo les preocupa, no hay una cueva, más bien hay cientos y no tienen tiempo de revisarlas todas.
-No daremos con la cueva correcta hasta la caída de la noche.- Dice Adrián.
-Si lo haremos.- Responde Gabi.- ¿Verdad Aarón?
En ese momento Aarón levanta su mano y señala una de las cuevas.
-Allí.- Se limita a decir.- Helena me lo ha dicho.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Capítulo 13

-Parece que la fiebre ha empezado ha bajarle, muchas gracias.- Dice Aarón con un gran sonrisa, al final ha conseguido lo que quería, salvarle la vida.
-No ha sido nada.- Responde Nerea algo sonrojada.- ¿Crees que las profecías se cumplirán?
-No lo sé.- Contesta Aarón abrazando más fuerte a Gabriela.- Espero que no sea necesaria mí muerte y la de los miembros de los otros clanes. Pero Gabi...- Hace una pausa antes de continuar.- Da igual, si he de morir lo haré con orgullo.
Nerea no puede replicar, Gabriela parece estar despertando. Aunque no puede responder quiere saber qué iba a decir Aarón, quiere saber en manos de quién está su vida y la de prácticamente todo el mundo.
-¿Dónde estoy? No recuerdo... Lo siento mucho Aarón, no pude...- Comienza a decir Gabriela, pero antes de que pueda decir algo que no deba Aarón la interrumpe.
-No pasa nada Gabi, lo hiciste genial, gracias a ti hemos llegado al río.
-¿Quién es ella?- Pregunta Gabi en un susurro para que solo Aarón pueda oírla.
-Soy Nerea, encantada elegida.- Contesta Nerea riendo.
-Lo mismo digo.
-¡Vaya...! Desprendes muchísima energía, sobretodo relacionada con el agua. Eso es algo muy extraño, y hacía años que no sentía nada parecido, ni siquiera las propias Nereidas estamos tan unidas a este don. Se nota que te estás recuperando, en el río no desprendías esa fuerza.
Continúan hablando por un tiempo pero eso es algo de lo que Helena no dispone así que no tardan demasiado en levantarse del suelo, y ponerse en pie para marcharse. Pero algo les inquieta, ya se han perdido una vez y eso casi le cuesta la vida a Gabi, no pueden permitirse el perderse de nuevo. Casi pueden oír los pensamientos del otro cuando deciden darse media vuelta y pedir a Nerea que los acompañe.
-Nerea,- Se aventura a empezar Gabi.- tu conoces el bosque, ¿no es así?
-Sí. ¿Cuál es la causa de tu pregunta Elegida?
-¿Podrías guiarnos si te lo pidiésemos?- Continúa diciendo Aarón.
-Claro, no podría negarme si la Elegida me lo pide.
-Debemos llegar hasta un lugar en concreto. ¿Conoces alguna montaña en la que florezcan amapolas en diciembre? Sabemos que está cerca del río, allí tenemos que ir.
-Sé donde está, yo os llevaré hasta esa montaña.
-Muchas gracias.- Dice Aarón con una sonrisa de oreja a oreja.
Los tres juntos comienzan a caminar junto al río, siguen su cauce para no perderse. El paisaje intimida a Gabi, no siente los árboles, todos están dormidos, el río está helado y no puede sentir vida bajo la capa de hielo, no sopla el viento aunque la temperatura es muy baja y el sol ha decidido ocultarse tras las nubes. Se siente indefensa, impotente, se siente pequeña y esa sensación no le gusta, hace que una enorme tristeza la invada sin motivo aparente además del tétrico horizonte que puede contemplar.

El camino se hace eterno y de vez en cuando Gabriela cierra los ojos mientras anda y deja que alguna imágenes se apoderen de su mente, son visiones fugaces de Adrián, de ellos dos en la laguna, eso la hace sonreír y hace que el miedo que siente desaparezca por unos instantes. Hasta que una nueva imagen la asalta: un palacio sin vida, apagado, muerto, lleno de dolor, y ella misma llorando tendida en el suelo rodeada por los cuerpos sin vida de sus amigos y la figura de Marcus riendo junto a ella.
Gabriela se para en seco y se deja caer sobre sus rodillas, comienza a gritar todo lo fuerte que puede de su boca brotan las palabras "basta" y "déjame", ni Aarón ni Nerea comprenden que pasa, se giraron al oír los gritos y ahora contemplan a Gabi tirada en el suelo.
Nerea hace ademán de acercarse pero Aarón se lo impide. No quiere que Nerea descubra que Gabi no está preparada para la lucha que se avecina, no sabe como podría reaccionar o incluso si cambiaría de bando. Imagina que está así a causa de su don, aun no es capaz de controlarlo y no sabe si algún día lo hará, no tiene maestro y tan siquiera el libro. Hay muchos aspectos de ese don que Aarón y sus amigos desconocen, quizá la causa de su llanto sea uno de ellos.
Finalmente se acerca a ella y se arrodilla en el suelo, la mira a los ojos, los tiene rojos y mojados. Ya ha parado de chillar aunque aun le cuesta respirar con normalidad. Las últimas lágrimas que ha derramado recorren sus mejillas y terminan en sus perfectos labios.
-Yo no quiero, que pase eso.- Consigue decir entre sollozo y sollozo.
-¿De qué hablas Gabi?- Responde él en un tono muy sereno.
-He visto a tus amigos, te he visto a ti, muerto, al igual que ellos. Yo lloraba, derrotada y Marcus reía. Tenías razón, no debería haberme fiado de él.
-No pasa nada, lo importante es que tu sola te has dado cuenta de lo que pasa, de lo que es en realidad Marcus.
-Aarón... Yo no quiero ser la elegida, yo no puedo librar una batalla, ¡mírame! No sería capaz de vencer.
-Gabriela, si hay algo de lo que estoy seguro es de que ganarás, de que salvarás a todo el mundo. Ponte en pie, debemos continuar.
Sin mediar palabra Gabi se pone en pie y limpia los restos de las lágrimas de sus ojos. Sonríe como puede y pasa la mano por su ropa para quitar la nieve que se ha quedado pegada en ella.
Caminan hasta donde Nerea los espera y Aarón le hace una señal para que continué la marcha. Andan durante un largo tiempo hasta que las piernas tanto de unos como de otros les piden que se detengan, parece que su camino no va a terminar nunca, que Aarón no volverá a abrazar a Helena, a besarla, acariciarla o siquiera verla. Mira su teléfono con la esperanza de que Helena haya escapado y lo haya llamado mientras estaba sin cobertura pero aunque ya tiene un poco de cobertura no hay ninguna llamada perdida perteneciente a Helena. Quiere encontrarla y matar a Marcus por alejarla de él, quiere verla aparecer entre los árboles con una sonrisa y que mire al suelo y se ponga el pelo detrás de la oreja al darse cuenta de que él la está mirando, quiere que se ponga roja como un tomate y ría sin saber demasiado bien por qué. Quiere tenerla a su lado.

Un grito alarma a todos. Es Gabi la que ha gritado pero no es un grito de auxilio o desesperación sino de alegría, mira al cielo y pega saltitos, agita los brazos y grita para que la oigan, pero ¿quién? Un nuevo los sobrevuela y como no podía ser otro, a lomos de ella se encuentra Éleon acompañado por Adrián, parecen haber oído a Gabriela y descienden. Cuando tocan tierra Gabriela se abalanza sobre ambos con una sonrisa de oreja a oreja, le gusta sonreír sin motivo alguno, pero cuando lo hay le encanta. Adrián la recibe con los brazos abiertos y la levanta en un abrazo, quiere pedirle perdón por ser tan brusco al decirle que no podían estar juntos, no debió hacer caso a Helena, no en cuanto a sus sentimientos, él y solo él es dueño de su corazón y ha decidido entregárselo a Gabriela.
Aun tiene a Gabriela sobre sus brazos, se miran y sonríen, entonces la baja al suelo y la abraza de nuevo, se separa un instante y la besa. Sus labios chocan con los de Gabriela y un cosquilleo recorre todo su cuerpo, se siente libre y la besa con más pasión, sus lenguas se rozan, juegan en el interior de sus bocas. Las manos de Adrián recorren la espalda y Gabirela y la aprieta contra su pecho, ambos saben que todos los miran pero no les importa, Adrián llevaba mucho tiempo esperando ese beso, su primer beso. Cuando se separan se miran a los ojos y se sonrojan, Gabriela ríe y no sabe el motivo. Aarón avanza hasta a Adrián y le da un par de palmadas en la espalda.
-Hiciste bien en no hacernos caso.
-Lo sé, ahora lo sé.
-Venimos a sacaros de aquí llevamos unas cuantas horas buscándoos.- Interviene Éleon.
-Gracias, es que comenzó a nevar y...- Comienza a decir Gabi.
-La elegida casi muere, fue muy fuerte y muy valiente, tanto que su fuerza casi la mata.- Ahora es Nerea la que habla.
-No podemos permitir que eso pase, ella debe ganar nuestra batalla, y yo no dejaré que muera.- Dice Adrián completamente convencido de sus palabras.
-Puedo cuidarme yo sola, ninguno morireis por mí, no mientras yo me tenga en pie.- Dice Gabi todo lo seria que su alegria le permite estar.
-Gabi...- Comienza a decir Aarón.
-Ya lo he decidido, no me harás cambiar de opinión.-Empieza diciendo, luego hace una pausa y continúa con una sonrisa.- Cuando Adrián me ha levantado, he visto la montaña de las amapolas, no está demasiado lejos. La vamos a salvar.
La cara de Aarón se ilumina al oír esas palabras, solo se hace una pregunta ¿llegarán a tiempo?

domingo, 4 de marzo de 2012

Capítulo 12

Ninguno sabe muy bien donde están, parecen andar en círculos. Gabriela suspira agotada y derrotada, no ha sido capaz de encontrar el camino a la cueva, ni tan siquiera el río, no siente el flujo del agua. Le da la sensación de haber pasado por la misma zona unas cien veces, el mismo árbol torcido, la misma piedra, el mismo camino de tierra bajo sus pies...
-Nos hemos perdido, nunca encontraremos a Helena.- Dice Aarón sentándose en una roca, cansado ya a causa de la caminata.
-No digas eso, debemos estar cerca.- Responde Gabriela intentando animar a su nuevo amigo.
-Siento ser tan pesimista pero es que no puedo evitarlo, hemos pasado por aquí muchísimas veces.- Hace una pausa y respira hondo.- Helena es mi novia y es ella quien ejerce el papel fuerte de la pareja, quiero decir que es Helena quien me saca de todos los embrollos y por una vez sé que soy yo quien puede salvarla, quien debe hacerlo y no soy capaz...
-Vamos... la salvarás, lo sé.- Dice Gabriela agachándose junto a Aarón.
-¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes saberlo?
-Es una corazonada, la extraña sensación de que todo saldrá bien. No es que lo crea, es que de alguna manera lo sé.
Se miran y por fin Aarón consigue dedicar una sonrisa a su nueva y extraña amiga. Aarón se incorpora y juntos emprenden de nuevo una marcha sin un rumbo demasiado fijo. El tiempo pasa y ellos siguen caminando a la vez que contemplan cada árbol, único a su manera. De vez en cuando Aarón se agacha y recoge unas cuantas piedras que va tirando a lo largo del camino, algo parecido a ese cuento de las miguitas de pan.

El cielo se torna negro en prácticamente una fracción de segundo, los copos de nieve comienzan a precipitarse sobre sus cabezas. El frío comienza a hacerse notar. Aun es pronto pero la noche se les echa encima.
-Gabi, ¿puedes hacer que deje de nevar?- Pregunta Aarón llevándose las manos a los brazos para frotarlos.
-No sé si podré.- Responde Gabriela que también está helada.- Pero puedo hacer otra cosa.
Aarón la mira curioso, Gabriela cierra los ojos como de costumbre y se concentra dejando en su mente una única idea. Aprieta con fuerza los labios y los párpados. Alza las manos pero no lo hace como las otras veces, esta vez parece apuntar al cielo. Abre los ojos y Aarón puede observar como estos, sorprendentemente, han cambiado de color, ya no son azules, ahora reina el negro y el rojo en sus pupilas. La negra y rizada cabellera de Gabriela se eleva como si no hubiese gravedad alrededor del cuerpo de la chica, las nubes han dejado de enviar copos de nieve para contemplar la magia de Gabi.
-¡Ignis protegens me, nikta mae!- Grita Gabriela.
Una aurora de fuego se levanta entorno a los chicos alejándolos del resto del bosque, protegiéndolos de la nieve y el frío. Gabriela ha terminado su ritual y por fin puede bajar las manos, las gotas de sudor recorren el rostro de la chica, está cansada, prácticamente agotada, quizá no es lo suficientemente fuerte como para utilizar esta magia todavía.
-¡Es impresionante! ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has sabido que palabras debías decir?- Se apresura a decir Aarón completamente impactado por el poder de Gabi.
-Necesito un minuto,- Dice Gabriela sentándose en el suelo.- no sé cómo lo he hecho, y estoy tan impresionada como tú.
Estás últimas palabras vienen acompañadas por una risa. El minuto que Gabriela se toma termina convirtiéndose en un largo tiempo pero a Aarón no le molesta, sabe la magnitud del esfuerzo que Gabi ha realizado tan solo por ayudarlo. Con el paso de las horas Gabi cae rendida pero aunque ella duerme la capa protectora que ha levantado no descansa y sigue cuidando de ellos. Aunque Aarón intenta mantenerse despierto termina por rendirse a los encantos de morfeo.
Al despertar, Gabriela sigue tumbada a su lado y la cúpula de fuego sigue sobre ellos, ya es de día. Se levanta y se estira, le extraña que la chica no se haya despertado antes que él, mira su reloj pero este parece haberse estropeado, las agujas no paran de girar y girar en todas direcciones. Avanza hasta el borde de la semiesfera que sobre ellos se alza e intenta salir pero nada más tocarla siente que la energía se concentra en ese punto y hace que Aarón se aparte. Nota movimiento cerca y se vuelve pero no hay ningún peligro es Gabriela la que se ha movido, se acerca a ella y observa como las gotas de sudor recorren su cara para terminar en su cuello y escote. Siente calor al estar cerca de ella, se aventura a tocar su frente, como sospechaba tiene fiebre, es más está ardiendo.
La toma en brazos y de nuevo se aproxima al límite del manto que los rodea, respira hondo, con tan solo rozarla se ha quemado ¿qué pasará si la atraviesa? No tiene demasiado tiempo para pensar, nota como Gabriela lucha consigo misma por mantenerlos a salvo, nota como se esfuman sus fuerzas y se apagan las llamas que la mantienen vivas. Da un paso y atraviesa la aurora, pero no siente ningún dolor. Mira hacia detrás y observa que ha desaparecido, casi por un acto reflejo mira a Gabi, ha agarrado su brazo y lo aprieta con toda la fuerza que la fiebre le permite. Ella ha hecho desaparecer la capa, y ahora le dedica una de sus preciosas sonrisas. Necesita salvarla, no debe permitir que le pase nada.
Camina sin saber a dónde se dirige durante un tiempo hasta que para en seco, cierra los ojos y se concentra.
-Ostendit viam flumen, nikta mae.
Los árboles se apartan formando un estrecho sendero que les conducirá al río. Aarón comienza a caminar por él todo lo deprisa que el frío y el peso de Gabriela le permiten, a su paso los árboles retornan a su lugar y esconden el camino evitando que alguien pueda seguirlo. Casi puede vislumbrar el río y no puede evitar sonreír, sabe que aún le queda un largo camino hasta alcanzarlo pero no le importa, salvará a Gabriela o al menos eso espera que pase.
-Aguanta Gabi, ya casi hemos llegado.- Susurra Aarón con la esperanza de que aquellas palabras lleguen al interior de Gabriela y reaviven la llama que la hace ser como es.
La marcha hasta la orilla del río se hace eterna para el chico, y al llegar siente que es el quien cae, el río se haya completamente helado. Deja a Gabriela en el suelo con delicadeza y se deja caer, de nuevo la nieve comienza a cubrir el pelo de Gabi, que yace en el suelo, la risa de alivio que antes mostraba se vuelve una risa irónica cargada de rabia, ira, desesperación y tristeza. Con todos estos sentimientos en su interior Aarón se pone en pie de nuevo y se acerca al río, tanto que incluso se adentra en el, cuando ha llegado a la mitad de este se detiene y alza su mano derecha, aprieta con fuerza sus puños y mira por última vez a Gabi antes de cerrar los ojos.
-¡Convertit ad lapidem mea manu, nikta mae!- Grita Aarón con todas sus fuerzas.
En el preciso momento en que Aarón pronuncia estas palabras un haz de luz cae del cielo e ilumina su mano convirtiéndola en una masa de roca. Golpea una y otra vez el hielo hasta que consigue que se resquebraje, la mano de Aarón vuelve a su forma original y este corre hacia la orilla evitando caer en las aguas heladas. Se gira y agacha para recoger a Gabriela y cuando se incorpora nota la respiración agitada de alguien en su nuca. Se da la vuelta todo lo deprisa que puede e inspecciona el lugar con detenimiento.
-¿Quién anda ahí?- Grita sin esperar una respuesta.- Sal de donde estés no te haré daño.
-No pretendía asustarte.- Una vos contesta a los gritos de Aarón.
Una chica colgada de una de las ramas del árbol más cercano aparece casi de la nada, su cabello castaño cuelga hasta casi tocar el suelo, los ojos de la chica, verdes, resaltan en el fondo blanco que la nieve ha creado. Se desliza por el árbol hasta bajar al suelo, avanza hasta Aarón y lo mira con una sonrisa de oreja a oreja.
-Gracias.- Dice la misteriosa muchacha con un tono muy agradable.
-¿Gracias? ¿Por qué me das las gracias?- Pregunta Aarón intrigado y a la vez maravillado con aquella extraña chica.
-Tu has roto el hielo y por eso te doy las gracias.- Antes de continuar da un paso hacia él.- Soy Nerea.
-Encantado, yo soy Aarón y esta es Gabriela.- Contesta señalando con la mirada a Gabi.- ¿Has visto lo que he hecho?- Consigue decir algo asustado.
-Sí, pero no te preocupes, no diré nada.
-Ahora soy yo quien te da las gracias, ¿puedo preguntar por qué no dirás nada?
-Quizá puedas adivinarlo, vivo en un río, me encanta el agua, puedo usar magia relacionada con el agua pero no soy del clan de esta, me llamo Nerea...
-¿¡Eres una Nereida!?
-¡Vaya! Que listo eres. Me toca preguntar: ¿Por qué llevas a esa humana en brazos?
-Está enferma o eso creo, tiene mucha fiebre y la he traído al río para intentar bajarle la temperatura.
-¿Y cómo pensabas meterla en el agua? Si la metes y sigue inconsciente se ahogará.
-Había pensado en eso, me meteré con ella.- Tras decir esto Aarón se acerca al río pero antes de que llegue hasta él Nerea lo detiene.
-Si te metes con ella los dos moriréis congelados.
-¿Entonces cómo lo hago?
-Quítale la ropa, yo me meteré con ella y cuando salga le pondremos la ropa seca y tu le darás calor.
Aunque al principio duda, Aarón, termina por hacer caso a la Nereida, con mucho cuidado desviste a Gabriela. Lo único que deja es el sujetador y las braguitas de la chica. Cuando ha terminado de desnudarla la introduce en el agua con Nerea, durante el corto camino hasta el río Aarón nota como la temperatura de la chica aumenta a cada segundo. Después de dejarla se aleja y contempla a Gabriela, en brazos de una completa desconocida al borde de la muerte y todo por ayudar, lo único que se pregunta en estos instantes es si fue ella misma al intentar protegerlo de la nieve quien se dañó o fue Marcus intentando que no llegarán hasta Helena. La nieve, el hielo en el río, los caminos sin salida,.... demasiadas piedras en el camino como para tratarse de simple coincidencias.
-Nerea, ¿estás de parte de los clanes o apoyas a Marcus?- Grita Aarón desde la orilla.
-De parte de la elegida y espero que la gente de los clanes como tú la encuentre pronto.
-Ya la hemos encontrado.
-¿Y dónde está?
-Entre tus brazos.

domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 11

Abre los ojos muy lentamente, recuerda aun asustada lo que sucedió anoche. Le duelen las muñecas, supone que por haberlas tenido atadas. Se incorpora con cuidado y mira a su alrededor, nada ha cambiado sigue tumbada en esa cama antigua con las sábanas rojas como la sangre y sigue encerrada en aquel cuarto que parece excavado en la roca. Instintivamente busca con la mirada la silueta de Marcus en la penumbra de aquella habitación sin ventanas, pero no lo encuentra. Intenta ponerse en pie pero las fuerzas le fallan y termina desplomándose sobre la alfombra. Oye los pasos de alguien dirigiéndose a la puerta y a duras penas consigue arrastrarse hasta debajo de la cama antes de que Marcus irrumpa en el cuarto. Por el hueco que queda entre el suelo y el colchón desnudo, pues ella está usando las sábanas a modo de vestido, puede ver los pies de alguien paseando por la habitación de un lado a otro, nervioso. Parece buscar algo pero su intento es en vano, se marcha dando un portazo que casi hace temblar la pared de piedra.

Cuando han pasado unos minutos Helena se aventura a salir despacio de su escondite, ya puede sostenerse en pie. Se acerca con cuidado a la chimenea que alumbra el cuarto ligeramente y mira el fuego, se concentra en él y respira hondo.
-Ignis auxilium me, nikta mae.- Convoca Helena levantando las manos y dejando que las sábanas se deslicen por su cuerpo hasta caer al suelo.
El fuego de la chimenea se aviva y la rodea, un tentáculo de llamas avanza por sus piernas y llega a su cintura, la envuelve casi por completo y la eleva a unos centímetros del suelo.
-Mea retro, nikta mae.- Las palabras de Helena suenan contundentes y de nuevo el fuego se aviva a su alrededor y la deposita en el suelo.
Cuando el fuego se retira y vuelve a la chimenea deja ver a Helena que ha recuperado su ropa y parece haber recuperado sus fuerzas también. Se acerca a una de las paredes seria y decidida, frota sus manos y las apoya en la pared, cierra los ojos y comienza a concentrarse. Ya nada de lo que sucede a su alrededor puede distraerla.
-Vocant auxilium, nikta mae.- Helena repite estas palabras una y otra vez en un tono casi inaudible. Una aurora de pequeñas y débiles llamas comienza a salir de sus manos acariciando la pared de piedra fría y dura. Una vez más repite este conjuro en un tono de voz más elevado y a medida que su tono de voz crece lo hace la luz que desprenden sus manos.
Cuando termina su ritual se separa del muro y en sus adentros reza porque todo haya salido bien, de nuevo oye pasos acercándose y rápidamente junta sus manos, el fuego la envuelve en cuestión de segundos y casi en la mitad de tiempo se ha desvanecido, hace que la ropa de Helena desaparezca dejando en su lugar la sábana que antes cubría casi por completo su cuerpo. Corre hacia la cama y se sienta en ella esperando que Marcus abra la puerta y la encuentre allí, probablemente estará furioso pero es algo que ya no preocupa a Helena, aunque le duela sabe que ha de ser fuerte, más fuerte si cabe. La puerta se abre y una figura entra en la sala con prisa, avanza hacia Helena y la agarra del pelo haciendo que se levante. La mira durante unos instantes y después, Marcus, suelta la melena morena de la chica.
-¿Dónde estabas?- Pregunta nervioso.- Antes entré y no te vi, estaba preocupado.
-He estado todo el rato en la habitación.- Responde sin apenas cambiar la expresión seria de su rostro.
Marcus da un paso acercándose a Helena y la besa, un beso dulce pero ella lo aparta empujándolo, sabe que la ayuda está en camino.
-Venía a pedirte perdón y ya que ayer rompí tu camiseta quería regalarte esto.- Tras decir esto Marcus entrega la prenda de ropa a Helena y se marcha, enfadado.
Helena mira curiosa el vestido que le han entregado, se trata de un vestido rojo, de época, con bordados de oro  y adornos de piedras preciosas, tras observarlo con cautela se lo pone y se dirige hacia el espejo que hay a la derecha de la cama. El vestido casi toca el suelo, se ajusta en la cintura de la chica y deja a la vista su cuello y parte de sus brazos, las mangas y el escote están adornados con una tela blanca de un aspecto y textura muy delicados, parece hecho a su medida.
Avanza con paso firme hacia la puerta y la abre sin siquiera dudar un momento, en la sala contigua se encuentran Marcus y una chica a la que no llega a ver con claridad antes de que se marche, su captor se gira al notar la presencia de Helena en la habitación, la mira de arriba abajo y la invita a sentarse junto a él. Helena se acerca a la chimenea fijándose a cada paso en todos los detalles de la habitación: la abertura de una de las paredes que da al exterior, el paisaje que por ese hueco pude observar, las diversas alfombras de pieles que recubren el suelo casi por completo y el fuego en la chimenea, quizá su oportunidad de escapar.
-No voy a sentarme, la última vez me dejaste un precioso recuerdo en la espalda.- Dice Helena con descaro e ironía cuando llega a la altura de Marcus.
Él sin mediar palabra se levanta y se acerca a Helena, en su mano porta una copa de vino que hace recordar a la chica la noche anterior, cada pequeño detalle la hace revivir el preciso instante en el que decidió para de gritar y usar sus dones para evadirse de la realidad. El momento en el que perdió parte de su humanidad pues ya no le importa el sufrimiento que nadie le pueda causar, un sentimiento propio de todo ser humano. Pone su mano sobre el hombro derecho de Helena y la escolta hasta el hueco que antes había visto en la pared.
-Este es mi particular tesoro, esta vista, es algo sencillo pero lo es todo para mí.- Dice Marcus alzando la vista para contemplar el paisaje que ante ellos se presenta, tímido pero fuerte, fugaz pero eterno, bello y a la vez salvaje.-Yo quiero salvar todo esto, pero los estúpidos mortales con los que tus amigos y tu simpatizáis amenazan con destruirlo todo. Uníos a mí, no digo que debamos matarlos incluso consentiría su presencia ante nosotros pero creo que deberíamos mostrarles el poder de la naturaleza, nuestro poder, y así salvar todo lo que ellos están destruyendo sin siquiera percatarse de ello.- Marcus se gira y hace que Helena lo mire a los ojos.- ¿¡Es que no ves que yo no soy el malo!? Yo solo intento hacer lo que me parece correcto para con la tierra que nos ha brindado la vida.
-Tú lo único que de verdad deseas es más poder del que jamás podrías llegar a controlar, el miedo y el odio te dominan. Solo eres un esclavo de tu don. Yo y mis amigos, Gabriela incluso, nos diferenciamos de ti porque somos dueños de nuestros dones y no al contrario como tu caso. En verdad me das asco.- Tras decir esto Helena escupe a Marcus y este la agarra del brazo para arrastrarla a la habitación en la que ha estado cautiva toda la noche.
-Te quedarás aquí hasta que comprendas que yo soy un dios y que debes tratarme como tal, no existe otro como yo y desde luego Gabriela no será rival para mí. No has sabido comportarte y ahora tus amigos pagaran las consecuencias.- El portazo de Marcus pone fin a la conversación.
Helena se apresura y corre hacia la puerta esperando poder escapar antes de que Marcus la encierre, pero es demasiado tarde, la puerta está cerrada a cal y canto. Las últimas palabras de Marcus retumban en sus oídos, ¿qué les hará a sus amigos? Teme por la vida de cada uno pero en especial por la de Gabriela, aunque suene extraño no es Aarón quien más la preocupa, sabe que ellos están predestinados a morir pero si algo pasase a Gabriela todos los "estúpidos mortales", como Marcus los llama, estarían perdidos.

domingo, 19 de febrero de 2012

Capítulo 10

Aarón recorre su habitación, la noche anterior no supo nada de Helena y eso no ha cambiado, ya están a medio día y ella sigue sin contestar al teléfono. Ha llamado a todos sus amigos para que probasen suerte pero tampoco ha cogido el móvil a ninguno. No sabe que hacer, la quiere muchísimo y no soportaría que le pasase nada. Se tumba en su cama y cierra los ojos, intenta tranquilizarse y pensar en positivo. Se le viene a la mente como se conocieron y casi sin poder evitarlo esboza una sonrisa.


Helena vivía cerca de Atenas, allí encontró al maestro o más bien él la encontró a ella. Los padres de Helena murieron en un extraño incendio, ella salió ilesa y nunca se supieron las causas del incendio. Su maestro la adoptó y juntos emprendieron un viaje de búsqueda, primero en una pequeña aldea al norte de Viena, donde encontró a Éleon, más tarde al este de Oslo, en mitad del campo, allí vivía Adrián y por último Goodway donde viven ahora. Ella fue la primera en entrenarse y por consiguiente es la que más poder posee, eso la convirtió en la líder algo que a Aarón no gustaba demasiado. Se odiaban a muerte y ninguno de los otros entendía por qué, poco a poco y con el tiempo eso fue cambiando, a medida que se iban conociendo el uno al otro los sentimientos se iban haciendo más fuertes y aunque no era fácil confiar en Aarón, por su historial de relaciones, Helena consiguió confiar en él y terminaron saliendo juntos.


Su móvil suena y Aarón no tarda un instante en contestar, pero no es Helena como esperaba sino Gabriela, algo inesperado en todos los sentidos, no recuerda haberle dado su teléfono.
-Hola Aarón.
-Hola.
-Sé lo que ha pasado con Helena, quiero ayudar.
-No sé como podrías hacerlo.
-Déjame leer los manuscritos.
-¿Crees que podrás ayudarla?
-Tengo la corazonada de que sí.
-Está bien, pásate por mi casa en una media hora.
-De acuerdo, gracias. Adiós.
-Hasta ahora.
Ambos cuelgan, no está muy seguro de que aquella chica pueda ayudarlo pero necesita encontrar a Helena desesperadamente. Se levanta de su cama y revuelve los cajones del escritorio, de uno de ellos saca los pergaminos que Helena le confió. Les hecha un vistazo sin demasiado interés, no comprende gran cosa pero tampoco se esfuerza, había oído hablar de ellos antes y sabe lo difícil que les había resultado descifrarlos a los antiguos miembros de los clanes y a los maestros.
Mira a su alrededor y resopla, no para de darle vueltas a la cabeza. Recuerda lo que les dijo Adrián, ¿y si ha sido Marcus? Quizá él la ha raptado. No quiere ni pensar en esa posibilidad, ha oído barbaridades acerca de él, sabe lo que hizo y de lo que es capaz. Recuerda una historia que le contaron, algo que hizo, Marcus y Nina, una muchacha del clan del fuego, se enamoraron pero cuando ella quiso dejarlo él enloqueció y... Un momento, una muchacha del clan del fuego, como Helena, ahora está seguro Marcus es el culpable del secuestro. Afortunadamente Marcus no llegó a matar a aquella chica, espera que Helena tenga suerte.


Suena el timbre, sabe que será Gabriela así que corre a abrir, si es la elegida quizá pueda averiguar dónde está Marcus y como esperaba, ayudarlo.
-Hola Gabi, por favor pasa, tenemos mucho que hacer creo que sé quien ha secuestrado a Helena.- Dice Aarón al tiempo que la agarra del brazo y la hace entrar.- Ha sido Marcus, estoy casi seguro.
-Yo no creo que haya sido él...
-¿Y por qué no? Es una mala persona.
-No lo es,  ha sido sincero conmigo.
-¿A qué te refieres? Nosotros hemos sido sinceros contigo, te lo hemos contado todo, te hemos confiado nuestro secreto aun a riesgo de que no nos creyeses.
-No me habías contado que vuestro destino es morir, ¡morir por mí! ¿Pensabais decírmelo algún día?
-Aún no estabas preparada para eso.
-Me da lo mismo, tenía derecho a saberlo. No voy a ser vuestra elegida, pero te voy a ayudar a encontrar a Helena, no quiero cargar con ninguna muerte sobre mi conciencia.
Sin dejar que Aarón conteste Gabriela recorre el pasillo e instintivamente entra en una de las habitaciones que resulta ser la de Aarón, él la sigue de cerca, en completo silencio en cierto modo tiene razón, no en lo de Marcus pero si en cuanto a la sinceridad que no han tenido con ella. Se sienta en la cama del muchacho y recoge los manuscritos esparcidos por la colcha. Los mira curiosa, está todo lo concentrada que puede después de lo que pasó ayer, creyó que Adrián sentía algo por ella pero se equivocó, la llevó a su casa de nuevo y le confirmó algo que ya había oído en boca de Marcus, algo que temía oír y se marchó, se fue y la dejó allí, con lágrimas en los ojos por lo frío que había sido con ella después de la aparición de Helena en el lago.
No encuentra nada que le parezca útil en los pergaminos, simplemente se habla de los poderes que poseen los miembros de los clanes y de Luz de Luna, sin embargo algo la extraña, se habla mucho de este sorprendente poder pero en ninguna de las páginas se explica con detenimiento este clan. Una de las cosas que más llama la atención de Gabriela es la descripción de uno de los usos de sus poderes aparentemente fácil y aun así nunca utilizada pues no se había dado antes la ocasión. Según una de las páginas del manuscrito los miembros de un mismo clan pueden encontrarse si se concentran en la persona que se desea encontrar, este poder es algo innato que no necesita preparación para ser usado, pero nunca antes habían existido dos personas del mismo clan a la vez y mucho menos dos elegidos, Gabi sabe que si se concentrase conseguiría dar con la posición exacta de Marcus, quiere hacerlo pero sospecha que si le dice algo a Aarón este utilizará su localización para atacarlo; desde el punto de vista de Gabi, Aarón está obsesionado con que es Marcus quién tiene a Helena, no es una idea descabellada pero no quiere que sea cierto, quiere por una vez que algo sea verdad en su vida.
-Creo que puedo encontrarlo...- Dice algo asustada por la posible reacción.
.¿¡Cómo!?- Exclama Aarón emocionado al saber que hay una manera de salvar a Helena.
-Dado que el y yo somos del mismo clan puedo encontrarlo usando mis "poderes".- Dice Gabi sin demasiado entusiasmo.
-Pues hazlo.- Dice como si se tratase de algo obvio.
-No puedo.- Murmura bajando la mirada.
-¿Y por qué no?- Aarón parece impacientarse.
-Yo no sé usar mis poderes y por fácil que el libro diga que es no sé como hacerlo.
Aarón avanza hacia ella y coloca sus manos en los hombros de la chica, baja la cabeza buscando los ojos de la chica y cuando los encuentra posa su penetrante mirada en ellos.
-Tienes que intentarlo. ¿Has amado alguna vez?- Gabriela baja de nuevo la cabeza.- Yo amo a Helena y si a ella le pasa algo, si muere... muero con ella. Necesito que lo intentes.
-De acuerdo.
Ambos se levantan de la cama y Aarón la aparta dejando libre el centro de la habitación. Gabriela se coloca en el centro y cierra los ojos, no sabe que ha de hacer y sin embargo siente que los ojos la queman y que una fuerza emana de su interior intentando salir a la superficie. Respira hondo y levanta sus brazos con extremada delicadeza, como si intentase atrapar una estrella. Algo en su interior la guia y la conduce por el buen camino o eso es lo que Gabi siente. De pronto Gabriela baja los brazos todo lo deprisa que puede, cortando el viento en la caída, cuando los brazos se han desplomado del todo su cuerpo comienza a elevarse, envuelto en una aurora de luz azul. Gabriela exhala el poco aire que quedaba en sus pulmones y sonríe. En su mente recorre el bosque y ve la posición exacta en la que se encuentra Marcus.
-Puedo verlo, sé donde está.- Comienza a narrar la chica.- Veo muchos árboles, pero estos son más altos que los que hay en el bosque al rededor de la laguna y puedo sentir el agua, la oigo, debe haber un río cerca. Hay un sendero de tierra que lleva a una pequeña montaña, en la ladera en la que da el sol hay cientos de pequeñas amapolas ¡y estamos en diciembre!- Tras decir esto ríe, el paisaje la ha cautivado.- Pero en la otra ladera, en la umbría hay una decena de cuevas, allí se oculta Marcus.
Cuando termina de narrar su visión abre los ojos y cae al suelo, casi sin que Aarón pueda reaccionar Gabriela se ha levantado y coge su abrigo del perchero. Hace una señal al muchacho para que la siga y le lanza una chaqueta que parece ser suya. Aarón la coge al vuelo y la sigue hasta la puerta pero antes de salir Gabriela se detiene en el umbral y se gira para decir unas últimas palabras a Aarón antes de emprender su búsqueda.
-También he visto a Helena.