domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 11

Abre los ojos muy lentamente, recuerda aun asustada lo que sucedió anoche. Le duelen las muñecas, supone que por haberlas tenido atadas. Se incorpora con cuidado y mira a su alrededor, nada ha cambiado sigue tumbada en esa cama antigua con las sábanas rojas como la sangre y sigue encerrada en aquel cuarto que parece excavado en la roca. Instintivamente busca con la mirada la silueta de Marcus en la penumbra de aquella habitación sin ventanas, pero no lo encuentra. Intenta ponerse en pie pero las fuerzas le fallan y termina desplomándose sobre la alfombra. Oye los pasos de alguien dirigiéndose a la puerta y a duras penas consigue arrastrarse hasta debajo de la cama antes de que Marcus irrumpa en el cuarto. Por el hueco que queda entre el suelo y el colchón desnudo, pues ella está usando las sábanas a modo de vestido, puede ver los pies de alguien paseando por la habitación de un lado a otro, nervioso. Parece buscar algo pero su intento es en vano, se marcha dando un portazo que casi hace temblar la pared de piedra.

Cuando han pasado unos minutos Helena se aventura a salir despacio de su escondite, ya puede sostenerse en pie. Se acerca con cuidado a la chimenea que alumbra el cuarto ligeramente y mira el fuego, se concentra en él y respira hondo.
-Ignis auxilium me, nikta mae.- Convoca Helena levantando las manos y dejando que las sábanas se deslicen por su cuerpo hasta caer al suelo.
El fuego de la chimenea se aviva y la rodea, un tentáculo de llamas avanza por sus piernas y llega a su cintura, la envuelve casi por completo y la eleva a unos centímetros del suelo.
-Mea retro, nikta mae.- Las palabras de Helena suenan contundentes y de nuevo el fuego se aviva a su alrededor y la deposita en el suelo.
Cuando el fuego se retira y vuelve a la chimenea deja ver a Helena que ha recuperado su ropa y parece haber recuperado sus fuerzas también. Se acerca a una de las paredes seria y decidida, frota sus manos y las apoya en la pared, cierra los ojos y comienza a concentrarse. Ya nada de lo que sucede a su alrededor puede distraerla.
-Vocant auxilium, nikta mae.- Helena repite estas palabras una y otra vez en un tono casi inaudible. Una aurora de pequeñas y débiles llamas comienza a salir de sus manos acariciando la pared de piedra fría y dura. Una vez más repite este conjuro en un tono de voz más elevado y a medida que su tono de voz crece lo hace la luz que desprenden sus manos.
Cuando termina su ritual se separa del muro y en sus adentros reza porque todo haya salido bien, de nuevo oye pasos acercándose y rápidamente junta sus manos, el fuego la envuelve en cuestión de segundos y casi en la mitad de tiempo se ha desvanecido, hace que la ropa de Helena desaparezca dejando en su lugar la sábana que antes cubría casi por completo su cuerpo. Corre hacia la cama y se sienta en ella esperando que Marcus abra la puerta y la encuentre allí, probablemente estará furioso pero es algo que ya no preocupa a Helena, aunque le duela sabe que ha de ser fuerte, más fuerte si cabe. La puerta se abre y una figura entra en la sala con prisa, avanza hacia Helena y la agarra del pelo haciendo que se levante. La mira durante unos instantes y después, Marcus, suelta la melena morena de la chica.
-¿Dónde estabas?- Pregunta nervioso.- Antes entré y no te vi, estaba preocupado.
-He estado todo el rato en la habitación.- Responde sin apenas cambiar la expresión seria de su rostro.
Marcus da un paso acercándose a Helena y la besa, un beso dulce pero ella lo aparta empujándolo, sabe que la ayuda está en camino.
-Venía a pedirte perdón y ya que ayer rompí tu camiseta quería regalarte esto.- Tras decir esto Marcus entrega la prenda de ropa a Helena y se marcha, enfadado.
Helena mira curiosa el vestido que le han entregado, se trata de un vestido rojo, de época, con bordados de oro  y adornos de piedras preciosas, tras observarlo con cautela se lo pone y se dirige hacia el espejo que hay a la derecha de la cama. El vestido casi toca el suelo, se ajusta en la cintura de la chica y deja a la vista su cuello y parte de sus brazos, las mangas y el escote están adornados con una tela blanca de un aspecto y textura muy delicados, parece hecho a su medida.
Avanza con paso firme hacia la puerta y la abre sin siquiera dudar un momento, en la sala contigua se encuentran Marcus y una chica a la que no llega a ver con claridad antes de que se marche, su captor se gira al notar la presencia de Helena en la habitación, la mira de arriba abajo y la invita a sentarse junto a él. Helena se acerca a la chimenea fijándose a cada paso en todos los detalles de la habitación: la abertura de una de las paredes que da al exterior, el paisaje que por ese hueco pude observar, las diversas alfombras de pieles que recubren el suelo casi por completo y el fuego en la chimenea, quizá su oportunidad de escapar.
-No voy a sentarme, la última vez me dejaste un precioso recuerdo en la espalda.- Dice Helena con descaro e ironía cuando llega a la altura de Marcus.
Él sin mediar palabra se levanta y se acerca a Helena, en su mano porta una copa de vino que hace recordar a la chica la noche anterior, cada pequeño detalle la hace revivir el preciso instante en el que decidió para de gritar y usar sus dones para evadirse de la realidad. El momento en el que perdió parte de su humanidad pues ya no le importa el sufrimiento que nadie le pueda causar, un sentimiento propio de todo ser humano. Pone su mano sobre el hombro derecho de Helena y la escolta hasta el hueco que antes había visto en la pared.
-Este es mi particular tesoro, esta vista, es algo sencillo pero lo es todo para mí.- Dice Marcus alzando la vista para contemplar el paisaje que ante ellos se presenta, tímido pero fuerte, fugaz pero eterno, bello y a la vez salvaje.-Yo quiero salvar todo esto, pero los estúpidos mortales con los que tus amigos y tu simpatizáis amenazan con destruirlo todo. Uníos a mí, no digo que debamos matarlos incluso consentiría su presencia ante nosotros pero creo que deberíamos mostrarles el poder de la naturaleza, nuestro poder, y así salvar todo lo que ellos están destruyendo sin siquiera percatarse de ello.- Marcus se gira y hace que Helena lo mire a los ojos.- ¿¡Es que no ves que yo no soy el malo!? Yo solo intento hacer lo que me parece correcto para con la tierra que nos ha brindado la vida.
-Tú lo único que de verdad deseas es más poder del que jamás podrías llegar a controlar, el miedo y el odio te dominan. Solo eres un esclavo de tu don. Yo y mis amigos, Gabriela incluso, nos diferenciamos de ti porque somos dueños de nuestros dones y no al contrario como tu caso. En verdad me das asco.- Tras decir esto Helena escupe a Marcus y este la agarra del brazo para arrastrarla a la habitación en la que ha estado cautiva toda la noche.
-Te quedarás aquí hasta que comprendas que yo soy un dios y que debes tratarme como tal, no existe otro como yo y desde luego Gabriela no será rival para mí. No has sabido comportarte y ahora tus amigos pagaran las consecuencias.- El portazo de Marcus pone fin a la conversación.
Helena se apresura y corre hacia la puerta esperando poder escapar antes de que Marcus la encierre, pero es demasiado tarde, la puerta está cerrada a cal y canto. Las últimas palabras de Marcus retumban en sus oídos, ¿qué les hará a sus amigos? Teme por la vida de cada uno pero en especial por la de Gabriela, aunque suene extraño no es Aarón quien más la preocupa, sabe que ellos están predestinados a morir pero si algo pasase a Gabriela todos los "estúpidos mortales", como Marcus los llama, estarían perdidos.

domingo, 19 de febrero de 2012

Capítulo 10

Aarón recorre su habitación, la noche anterior no supo nada de Helena y eso no ha cambiado, ya están a medio día y ella sigue sin contestar al teléfono. Ha llamado a todos sus amigos para que probasen suerte pero tampoco ha cogido el móvil a ninguno. No sabe que hacer, la quiere muchísimo y no soportaría que le pasase nada. Se tumba en su cama y cierra los ojos, intenta tranquilizarse y pensar en positivo. Se le viene a la mente como se conocieron y casi sin poder evitarlo esboza una sonrisa.


Helena vivía cerca de Atenas, allí encontró al maestro o más bien él la encontró a ella. Los padres de Helena murieron en un extraño incendio, ella salió ilesa y nunca se supieron las causas del incendio. Su maestro la adoptó y juntos emprendieron un viaje de búsqueda, primero en una pequeña aldea al norte de Viena, donde encontró a Éleon, más tarde al este de Oslo, en mitad del campo, allí vivía Adrián y por último Goodway donde viven ahora. Ella fue la primera en entrenarse y por consiguiente es la que más poder posee, eso la convirtió en la líder algo que a Aarón no gustaba demasiado. Se odiaban a muerte y ninguno de los otros entendía por qué, poco a poco y con el tiempo eso fue cambiando, a medida que se iban conociendo el uno al otro los sentimientos se iban haciendo más fuertes y aunque no era fácil confiar en Aarón, por su historial de relaciones, Helena consiguió confiar en él y terminaron saliendo juntos.


Su móvil suena y Aarón no tarda un instante en contestar, pero no es Helena como esperaba sino Gabriela, algo inesperado en todos los sentidos, no recuerda haberle dado su teléfono.
-Hola Aarón.
-Hola.
-Sé lo que ha pasado con Helena, quiero ayudar.
-No sé como podrías hacerlo.
-Déjame leer los manuscritos.
-¿Crees que podrás ayudarla?
-Tengo la corazonada de que sí.
-Está bien, pásate por mi casa en una media hora.
-De acuerdo, gracias. Adiós.
-Hasta ahora.
Ambos cuelgan, no está muy seguro de que aquella chica pueda ayudarlo pero necesita encontrar a Helena desesperadamente. Se levanta de su cama y revuelve los cajones del escritorio, de uno de ellos saca los pergaminos que Helena le confió. Les hecha un vistazo sin demasiado interés, no comprende gran cosa pero tampoco se esfuerza, había oído hablar de ellos antes y sabe lo difícil que les había resultado descifrarlos a los antiguos miembros de los clanes y a los maestros.
Mira a su alrededor y resopla, no para de darle vueltas a la cabeza. Recuerda lo que les dijo Adrián, ¿y si ha sido Marcus? Quizá él la ha raptado. No quiere ni pensar en esa posibilidad, ha oído barbaridades acerca de él, sabe lo que hizo y de lo que es capaz. Recuerda una historia que le contaron, algo que hizo, Marcus y Nina, una muchacha del clan del fuego, se enamoraron pero cuando ella quiso dejarlo él enloqueció y... Un momento, una muchacha del clan del fuego, como Helena, ahora está seguro Marcus es el culpable del secuestro. Afortunadamente Marcus no llegó a matar a aquella chica, espera que Helena tenga suerte.


Suena el timbre, sabe que será Gabriela así que corre a abrir, si es la elegida quizá pueda averiguar dónde está Marcus y como esperaba, ayudarlo.
-Hola Gabi, por favor pasa, tenemos mucho que hacer creo que sé quien ha secuestrado a Helena.- Dice Aarón al tiempo que la agarra del brazo y la hace entrar.- Ha sido Marcus, estoy casi seguro.
-Yo no creo que haya sido él...
-¿Y por qué no? Es una mala persona.
-No lo es,  ha sido sincero conmigo.
-¿A qué te refieres? Nosotros hemos sido sinceros contigo, te lo hemos contado todo, te hemos confiado nuestro secreto aun a riesgo de que no nos creyeses.
-No me habías contado que vuestro destino es morir, ¡morir por mí! ¿Pensabais decírmelo algún día?
-Aún no estabas preparada para eso.
-Me da lo mismo, tenía derecho a saberlo. No voy a ser vuestra elegida, pero te voy a ayudar a encontrar a Helena, no quiero cargar con ninguna muerte sobre mi conciencia.
Sin dejar que Aarón conteste Gabriela recorre el pasillo e instintivamente entra en una de las habitaciones que resulta ser la de Aarón, él la sigue de cerca, en completo silencio en cierto modo tiene razón, no en lo de Marcus pero si en cuanto a la sinceridad que no han tenido con ella. Se sienta en la cama del muchacho y recoge los manuscritos esparcidos por la colcha. Los mira curiosa, está todo lo concentrada que puede después de lo que pasó ayer, creyó que Adrián sentía algo por ella pero se equivocó, la llevó a su casa de nuevo y le confirmó algo que ya había oído en boca de Marcus, algo que temía oír y se marchó, se fue y la dejó allí, con lágrimas en los ojos por lo frío que había sido con ella después de la aparición de Helena en el lago.
No encuentra nada que le parezca útil en los pergaminos, simplemente se habla de los poderes que poseen los miembros de los clanes y de Luz de Luna, sin embargo algo la extraña, se habla mucho de este sorprendente poder pero en ninguna de las páginas se explica con detenimiento este clan. Una de las cosas que más llama la atención de Gabriela es la descripción de uno de los usos de sus poderes aparentemente fácil y aun así nunca utilizada pues no se había dado antes la ocasión. Según una de las páginas del manuscrito los miembros de un mismo clan pueden encontrarse si se concentran en la persona que se desea encontrar, este poder es algo innato que no necesita preparación para ser usado, pero nunca antes habían existido dos personas del mismo clan a la vez y mucho menos dos elegidos, Gabi sabe que si se concentrase conseguiría dar con la posición exacta de Marcus, quiere hacerlo pero sospecha que si le dice algo a Aarón este utilizará su localización para atacarlo; desde el punto de vista de Gabi, Aarón está obsesionado con que es Marcus quién tiene a Helena, no es una idea descabellada pero no quiere que sea cierto, quiere por una vez que algo sea verdad en su vida.
-Creo que puedo encontrarlo...- Dice algo asustada por la posible reacción.
.¿¡Cómo!?- Exclama Aarón emocionado al saber que hay una manera de salvar a Helena.
-Dado que el y yo somos del mismo clan puedo encontrarlo usando mis "poderes".- Dice Gabi sin demasiado entusiasmo.
-Pues hazlo.- Dice como si se tratase de algo obvio.
-No puedo.- Murmura bajando la mirada.
-¿Y por qué no?- Aarón parece impacientarse.
-Yo no sé usar mis poderes y por fácil que el libro diga que es no sé como hacerlo.
Aarón avanza hacia ella y coloca sus manos en los hombros de la chica, baja la cabeza buscando los ojos de la chica y cuando los encuentra posa su penetrante mirada en ellos.
-Tienes que intentarlo. ¿Has amado alguna vez?- Gabriela baja de nuevo la cabeza.- Yo amo a Helena y si a ella le pasa algo, si muere... muero con ella. Necesito que lo intentes.
-De acuerdo.
Ambos se levantan de la cama y Aarón la aparta dejando libre el centro de la habitación. Gabriela se coloca en el centro y cierra los ojos, no sabe que ha de hacer y sin embargo siente que los ojos la queman y que una fuerza emana de su interior intentando salir a la superficie. Respira hondo y levanta sus brazos con extremada delicadeza, como si intentase atrapar una estrella. Algo en su interior la guia y la conduce por el buen camino o eso es lo que Gabi siente. De pronto Gabriela baja los brazos todo lo deprisa que puede, cortando el viento en la caída, cuando los brazos se han desplomado del todo su cuerpo comienza a elevarse, envuelto en una aurora de luz azul. Gabriela exhala el poco aire que quedaba en sus pulmones y sonríe. En su mente recorre el bosque y ve la posición exacta en la que se encuentra Marcus.
-Puedo verlo, sé donde está.- Comienza a narrar la chica.- Veo muchos árboles, pero estos son más altos que los que hay en el bosque al rededor de la laguna y puedo sentir el agua, la oigo, debe haber un río cerca. Hay un sendero de tierra que lleva a una pequeña montaña, en la ladera en la que da el sol hay cientos de pequeñas amapolas ¡y estamos en diciembre!- Tras decir esto ríe, el paisaje la ha cautivado.- Pero en la otra ladera, en la umbría hay una decena de cuevas, allí se oculta Marcus.
Cuando termina de narrar su visión abre los ojos y cae al suelo, casi sin que Aarón pueda reaccionar Gabriela se ha levantado y coge su abrigo del perchero. Hace una señal al muchacho para que la siga y le lanza una chaqueta que parece ser suya. Aarón la coge al vuelo y la sigue hasta la puerta pero antes de salir Gabriela se detiene en el umbral y se gira para decir unas últimas palabras a Aarón antes de emprender su búsqueda.
-También he visto a Helena.

domingo, 12 de febrero de 2012

Capítulo 9

-Adrián, tenemos que hablar.- La voz de Helena suena ronca, con su particular tono de enfado, ese que hace que te tiemblen las piernas de puro terror.
Adrián sin mediar palabra se acerca a la orilla de la laguna sin soltar ni un instante a Gabriela, no quiere que se la arrebaten. Esa chica le gusta, le gusta lo fuerte que es, pues sabe que no es nada fácil vivir con una carga así, salvar el mundo es mucha responsabilidad para una sola persona, lo es incluso para los cinco juntos, pero él y sus amigos lo tienen más fácil, saben lo que va a pasar, lleva mucho tiempo escrito, no pueden cambiar su destino pero a ninguno le importa, quieren morir por esa chica y salvar al resto del mundo, que mueran es algo importante, solo quieren que no se alargue la espera que es lo que realmente los está matando.
Cuando sus pies alcanzan a tocar el suelo Gabriela desfallece, afortunadamente Adrián está allí para sujetarla. La coge en brazos como si de una princesa se tratase, su princesa, y se apresura en contestar a Helena.
-¿Qué quieres?
-Me gustaría que hablásemos en privado.- Dice con un tono más serio si cabe.
-Vamos, no va a escuchar nada, se ha desmayado.
-Me da igual.
Entonces Adrián se da media vuelta y mira fijamente la laguna, algo de agua se alza y mientras Adrián extiende los brazos el agua rodea a Gabriela protegiéndola y aislándola de la realidad.
-¿Qué estás haciendo?- Pregunta Helena sarcásticamente.- ¡Es la elegida!
-¡Estoy harto de oír eso! Ya sé que es la elegida pero la quiero, o por lo menos eso creo, me gusta mucho.
Helena se acerca a él y lo abraza, el tono de su voz cambia por uno más cálido y protector.
-Sabes que no puedes, quizá duela pero es tu destino, y piensa en ella, si sabe que tienes que morir intentará impedirlo y morirá ella.
Adrián se aparta y baja la cabeza, se aproxima al lecho de Gabriela y la coge de nuevo en brazos.
-De acuerdo. Tienes razón, ella debe vivir.
Antes de que Helena pueda contestar Adrián se adentra en el bosque y ella lo pierde de vista. Se siente mal y necesita descargar la rabia, levanta su mano y la mira, esta comienza a arder pero ella no se extraña, lanza la bola de fuego todo lo fuerte que puede y esta impacta contra un árbol al otro lado del claro haciéndolo pedazos. Después cerrando el puño hace que las pocas llamas que quedaban se extingan.
Una figura detrás de ella se aproxima hasta que están a la misma altura pero Helena no se da cuenta de su presencia hasta que este le habla.
-Vaya demostración, ¿acaso sabías que estaba aquí?- Dice Marcus casi al borde de la risa.
Helena se gira asustada, ¿puede ser él? Su pregunta obtiene respuesta rápidamente, la figura que ante ella se presenta es idéntica al retrato que en los manuscritos se haya.
-¿Qué haces aquí?- Pregunta ocultando su miedo.
-Observo como me pones las cosas fáciles.- Hace una pausa para reírse.- Gracias a ti el chico del clan del agua le partirá el corazón a la elegida, le dirá algo que yo ya le he dicho antes y reconsiderará mi oferta hasta el punto de aceptarla, estoy completamente seguro. Gracias por hacerme el trabajo sucio. Y por supuesto ahora que sabes esto no puedo dejarte marchar.
Marcus coge del brazo a Helena que intenta liberarse sin éxito. La envuelve entre sus brazos y la mira fijamente, con una sonrisa de oreja a oreja. Lo último que puede ver Helena antes de desmayarse es a Marcus guiñándole un ojo. Tras el desmayo de Helena, Marcus la coge en brazos y concentrándose consigue escapar de aquel claro. Su lugar de destino es una cueva no muy lejos del pueblo, en la ladera umbría de una pequeña montaña a las afueras de Goodway.

Pasan unas horas hasta que Helena despierta, está en una cama, parece antigua, es de una madera muy oscura y con unos grabados realmente preciosos y cuidados, las sábanas que recubren su cuerpo son rojas como la sangre. Se encuentra mal, la cabeza le da vueltas y no recuerda nada después de que Marcus la envolviese entre sus brazos, aun puede sentir el tacto frío de las manos de aquel hombre que no es mucho mayor que ellos, aun puede recordar sus ojos completamente negros como la noche y su sonrisa macabra. Con mucho cuidado se levanta, no parece que Marcus la haya tocado, no tiene ninguna herida y lo único que le duele es la cabeza. Al poner los pies en el suelo un escalofrío recorre la espalda de Helena, ¿está descalza? Busca con la mirada sus botas pero no las encuentra. Se queja en un murmuro y se pone en pie, avanza por la habitación, que parece incrustada en la roca, hasta llegar a la puerta, la abre un poco y mira a través del hueco que resta entre la puerta y el marco de esta. Puede ver un sillón delante de una chimenea, sin embargo no puede ver con claridad quién está sentado pero observa una mano que sujeta una copa de vino. Poco a poco abre la puerta con muchísima delicadeza intentando no hacer ningún ruido.
-Adelante, acércate.- La voz sale de detrás del sillón.
-¿Cómo sabes que estoy aquí?
-Vamos, solo hay que observar el fuego. En cuanto has entrado se ha avivado.- Dice Marcus haciendo girar el sillón para mirarla, y señalando un sillón a su lado añade.- Toma asiento, eres mi invitada.
Helena se acerca al sillón y como Marcus ha dicho se sienta. Marcus le sirve una copa de vino pero ella la rechaza, tan solo tiene 17 años y cree que no debería beber.
-¿Qué quieres de mí? ¿Me vas a matar?
-¿Matarte? No podría. Me recuerdas a alguien, a alguien a quien amé. No podría lastimarte pequeña.
-Me lo he pensado mejor, quiero esa copa de vino.- Dice alargando el brazo para alcanzar la copa de vino.
Marcus se levanta del sillón y avanza hasta Helena, se agacha para poder estar a su altura y la mira a los ojos, sonriente, como siempre. Ella bebe un gran trago de vino y acto seguido hace una mueca muy expresiva, no está acostumbrada al sabor del alcohol. Pone las manos en los hombros descubiertos de la chica, y las baja haciendo que el jersey de la chica baje también. Helena aparta la mirada con los ojos algo llorosos pero no evita que Marcus le quite el jersey.
-Vaya, eres... igual a ella, pero te falta algo.
De nuevo la agarra del brazo y hace que se levante del asiento,  le da la vuelta y casi sin esfuerzo desgarra el jersey de Helena, dejando su espalda desnuda. Con un pequeño empujón hace que Helena caiga al suelo, levanta su capa y como de la nada saca un látigo de ella.
-Mi querida Nina, ella poseía tu poder y yo la amaba, no sabes cuanto. Pero no funcionó. Ella era fuerte, muy fuerte, soportó castigos inhumanos, y su espalda estaba repleta de marcas de latigazos.
Alza su mano, la mano que empuña el látigo y casi sin mostrar emoción alguna golpea la espalda de Helena hasta que consigue que grite, cuando oye como de su boca brotan los gritos y de sus ojos las lágrimas para su tortura y la pone en pie. Las gotas de sangre se deslizan por su espalda hasta caer al suelo.
-Dijiste que no me lastimarías.- Dice Helena casi sin aliento.
-Discúlpame, te mentí.- Contesta Marcus riendo.
La lleva de nuevo hasta la habitación en la que antes despertó y la tira en la cama. Puede ver el terror en los ojos de Helena y eso le gusta, casi le excita. Se aproxima a ella con cuidado y acaricia su rostro, limpia las lágrimas de sus mejillas y la besa. Helena quiere ser fuerte, por ella y por los demás, sobretodo por Aarón.
-Sé una manera de hacer tu estancia conmigo más agradable, únete a mí, olvídate de esos necios que se creen superiores, esos idiotas de tus amigos.- Mientras dice esto, Marcus, acaricia los hombros de la chica.
-Me das asco.- Tras decir esto Helena escupe en la cara al hombre que en verdad odia con toda su alma.
-Mala elección.
Marcus agarra las manos de Helena y rompe parte de las sábanas, la arrastra hasta el cabecero y ata las manos de la chica a la cama. Helena intenta zafarse de su captor pero le es imposible, está atrapada. Marcus saca de su túnica una navaja y con no demasiado cuidado raja lo que queda del jersey de la chica, roto y ensangrentado, cuando ha terminado de cortarlo se deshace de él y observa el torso desnudo de la chica, él también se desprende de su capa. Helena intenta librarse de Marcus, esta vez propinándole patadas, pero el no se aparta, agarra sus piernas y se sienta encima de la chica.
-Ten por seguro que esta noche será muy larga. Y ya que no has querido colaborar le haré lo mismo a Gabriela y mataré a los demás.
Las últimas palabras que alcanza a pronunciar Helena son ruegos y súplicas, no quiere que haga daño a ninguno de sus amigos pero sus palabras pronto se ven ahogadas en los gritos de aquella noche eterna para Helena.

jueves, 9 de febrero de 2012

Capítulo 8

Se gira de un lado a otro, la lámpara de su habitación se apaga una y otra vez hasta que por fin lo hace del todo, Gabriela se dirige al interruptor y lo pulsa nerviosa repetidamente pero no obtiene el resultado deseado.
-Parece que se ha fundido la bombilla.- Se repite para tranquilizarse.
Puesto que no ve nada se acerca a la ventana y descorre las cortinas rescata la luz de la luna llena.
-Sabes que no ha sido una simple bombilla fundida, he sido yo.- Una voz tenebrosa hace que Gabriela gire sobre si misma para encontrarse con los ojos de Marcus.
-¿Qué quieres?- Alcanza a decir Gabi con voz entrecortada.
-Es muy sencillo, quiero que nos llevemos bien.- Dice Marcus sonriendo.
-¿Tan solo eso?- Pregunta Gabriela, y Marcus asiente. -¿Por qué?
-Yo poseo el mismo don que tu, te entiendo y sé que tú me entenderás a mí, algo que nadie ha hecho nunca. Yo puedo entenderte, saber cómo te sientes y escucharte, ninguna otra persona podrá hacerlo. No sé qué te han contado sobre mí pero seguro que nada bueno, déjame ilustrarte, permíteme mostrarte la verdad.- Marcus da un paso hacia ella y le tiende la mano.- Solo tienes que coger mi mano y yo te guiaré.
Sin saber muy bien por qué Gabriela coge su mano con fuerza y se deja llevar, los ojos de aquel extraño muchacho la cautivan, sus ojos negros como dos pozos sin fondo la han atrapado y ella no se ha podido resistir, ha caído en su trampa. Marcus tira de ella, haciéndola avanzar hasta que sus cuerpos chocan y sus brazos la rodean.
-Esto no está bien.- Consigue decir Gabriela escapando de su embrujo, aunque no del todo.
-Entonces ¿qué es lo correcto, morir por ellos? ¿O es que no te lo han explicado? Tu y yo, los que poseemos este don estamos condenados a morir pero no sin antes cagar con la muerte de nuestros compañeros en la conciencia. Como pasó con Nina, la chica a la que amaba, la chica a la que tú me recuerdas. Ven conmigo ahora y te prometo que seremos felices, para siempre.-Dice Marcus, pero al observar la duda en la cara de Gabi se aventura a rectificar.- Piénsalo, mañana volveré.
Y nada más decir esto Marcus se esfuma, dejando tras de si una estela de humo negro que se desvanece poco a poco cuando la luz de la luna lo alcanza. Gabriela se apresura y mira por la ventana, cerca del bosque le parece ver una sombra, sin perder un minuto se dirige al armario y de él saca un abrigo y unas botas, se sienta en la cama y cambia sus zapatos por las botas que acaba de sacar, pero antes de levantarse repara en algo en lo que antes no se había fijado, una de las hojas del libro que antes portaba Helena entre sus brazos.  La coge y echa un vistazo sin mostrar demasiado interés pero la mirada de Gabriela cambia cuando se da cuenta de que está leyendo en una lengua de la que ni tan siquiera había oído hablar. Esto despierta la curiosidad de Gabriela y hace que se olvide por completo de Marcus. Las agujas del reloj corren pero el tiempo no parece pasar por Gabriela que lleva sentada en la mesa de su habitación un largo tiempo intentando descifrar las últimas frases de la página que se han borrado parcialmente. Siente la necesidad de llamar a Adrián o tal vez a Helena pero no tiene el número de teléfono de esta última, coge su móvil y busca en su agenda a Adrián, cuando lo encuentra respira hondo y pulsa el botón de llamar. No sabe que hacer, acaba de acordarse de Marcus, ¿y si no mentía? ¿Será cierto todo aquello que dijo? Demasiadas dudas, pero ya es tarde para echarse atrás, Adrián ha contestado.
-¿Gabriela?- Pregunta algo desconcertado.
-Sí, verás tu amiga se ha olvidado una de las páginas del libro que traía.-Dice con una voz tímida.
-Voy a por ella, es muy importante para nosotros.
-De acuerdo, aquí te espero.
Sin un adiós o un simple hasta luego ambos cuelgan, Gabriela baja las escaleras a toda prisa agarrando con fuerza la hoja, lo último que quiere es perderla. En su cabeza resuenan las palabras de Marcus, ¿morirían por ella? Eso la destrozaría, no podría cargar con la muerte de nadie sobre su conciencia tal y como dijo Marcus, pero por otra parte quiere creer en la palabra de los amigos de Adrián, quiere creer en Adrián.
Está tan absorta en sus pensamientos que no se da cuenta de que el timbre está sonando hasta que Adrián la llama desde la calle, se lanza hacia la puerta lo más rápido que puede y abre. Quiere que le explique todo, con infinidad de detalles y sobre todo, sinceramente.
-¿En qué lengua está el manuscrito?- Pregunta Gabi con curiosidad.
-No lo sé, supongo que en alguna lengua muerta.- Responde Adrián algo desconcertado.- ¿Por?
-Porque puedo leerla y no sé en qué lengua está escrita.
-Me han contado tu reacción, es decir, después de que Helena y Éleon te contasen todo. Tienes que creernos, es algo muy importante y Helena es muy testaruda si vuelves a dar una negativa querrá que nos olvidemos de ti y estaremos perdidos.- Las palabras de Adrián hacen que Gabi se eche atrás, todo esto la supera.
-Es que me cuesta creer que tras años de ser una "don nadie" ahora sea... eso.- Responde con la cabeza agachada.
-Pues créelo, cree en mi palabra. -Dice poniendo la mano en el hombro de Gabriela.- ¿Dónde está tu madre?
-Es enfermera, trabaja hasta tarde.
-Ven conmigo, te voy a enseñar algo.
Adrián coge la mano de Gabi en un acto casi reflejo y este se sonroja aunque intenta evitarlo por todos los medios, a su vez Gabi también se pone colorada, pero ninguno advierte los sentimientos que tienen el uno hacia el otro. Salen de la casa y se dirigen al final del jardín, se adentran en la espesura del bosque, ambos contemplan aquel paisaje que tan familiar le resulta a Gabi, y no es de extrañar pues es el camino al lago. Cuando por fin han llegado Adrián sonríe, no puede evitarlo, sabe que al final todo saldrá bien y que merecerá la pena morir por Gabriela...
-¿Por qué me has traído aquí? -Pregunta tan curiosa como de costumbre, impaciente por naturaleza y es que no se puede luchar contra los orígenes.
-Quiero que veas de lo que soy capaz, y de lo que serás capaz pronto.
Sin dejar que Gabriela diga una sola palabra más Adrián se sumerge en el agua, esto impacta muchísimo a Gabi pues están en pleno diciembre. Avanza nadando hasta el centro del lago y allí se eleva, sacando por completo su cuerpo del agua, envuelto por el suave y frío abrigo del agua. Levanta los brazos y deja que el agua se alce con él. El agua que Adrián ha liberado, por así decirlo, de la laguna recorre los entresijos y rincones del claro que el tiempo y las caprichosas raíces de los árboles han formado. Casi tocando a Gabriela que ríe a carcajadas ante el asombro de Adrián y el suyo propio, no se siente asustada ni extrañada sino feliz. Poco a poco una aurora de agua y luz la envuelve sin tan siquiera tocarla y la eleva, la lleva junto a Adrián y este la abraza, aprisiona el cuerpo de Gabi contra el suyo pero a ella no le molesta.
-No quiero que hagas nada que no quieras hacer, eres libre de elegir lo que quieras pero me gustaría que te quedases a mi lado.- Dice mirándola a los ojos, y lentamente acerca sus labios a los de Gabriela dejándolos a unos escasos centímetros.- Y me gustaría que...
Adrián no puede terminar la frase, un ruido lo ha hecho regresar del sueño que estaba viviendo, era una voz conocida al igual que la figura que se presenta ante ellos...

sábado, 4 de febrero de 2012

Capítulo 7

Es extraño, no recuerda nada de lo que ha pasado esa misma tarde y sin embargo sabe que fue especial. Lo único que recuerda es despertar en brazos de Adrián, él le dijo que se había desmayado pero, ¿por qué se desmayaría? Solo lo suele hacer cuando pasan cosas extrañas entorno a ella, espera no haberlo asustado con una de esas cosas. Se pregunta que puede haber sido esta vez, en caso de que algo haya pasado, ¿habrá hecho crecer los árboles y las flores de repente? ¿O quizá haya provocado un mini tornado? ¿Puede que se haya rodeado de decenas de pequeñas bolas de fuego? ¿Tal vez haya sido el agua? Recuerda un lago, es muy probable que si ha pasado algo haya sido con el agua, aunque también puede haber sido aquello otro, es extraño nunca antes le había pasado y desde que está en Goodway todo ha cambiado, ese pueblecito idílico tiene algo raro que la atrae.

El sonido del timbre la devuelve a la realidad, ¿quién podrá ser a esas horas? Sea quien sea parece impaciente. Gabriela no pierde un minuto y se apresura a recibir a sus inesperados invitados. En la puerta están Helena y aquel chico tan guapo amigo de Adrián, Éleon. Helena porta entre sus brazos un libro, lo oprime contra su pecho y mira de un lado a otro nerviosa, como si temiese que alguien pudiera arrebatárselo. Gabriela se aparta y los deja pasar, los dos chavales entran y sin esperar las indicaciones de Gabi suben hasta su dormitorio, ella los sigue aun sorprendida por la visita.
Cuando llegan a la habitación se detienen, Helena se sienta en la cama de Gabi y abre el libro, los pergaminos y manuscritos se extienden por toda la colcha. Gabriela los mira sin entender muy bien que pasa, ellos siguen ensimismados con el libro y ordenan sus páginas con extremada delicadeza.
-Siento que nos hayamos colado en tu casa, pero es importante.- Comienza a explicar Helena.- ¿Recuerdas lo que pasó esta tarde en el lago?
-No demasiado bien.- Dice Gabriela extrañada.
-Esto lo complica todo.- Le comenta Éleon a Helena.
-Verás, no sé si habrás notado que a tu alrededor suceden cosas extrañas.- Helena hace una pausa y Gabriela asiente.- Esas cosas fuera de lo común pasan por una razón. Este libro lo explica todo pero es demasiado arriesgado dejarte sola con él, no por ti sino por Marcus. Ese hombre quiere este libro y...
-Espera,-la interrumpe Gabi.- ¿es alto y pálido, con el pelo muy claro?
-Sí, ¿cómo lo sabes?- Pregunta Éleon intrigado.
-Me hizo una visita... Me dijo que se os acababa el tiempo.
La última frase de Gabi hace que tanto Éleon como Helena se alarmen. Marcus conoce a la elegida, sabe donde vive, sabe que no está preparada y que es débil, eso le da ventaja y los pone a ellos en una situación muy delicada, es cierto que se les agota el tiempo y no pueden hacer nada para evitarlo.
-Mira, es cierto que no tenemos tiempo así que necesito que me creas aunque no sea nada fácil, a mí también me costó asumirlo.- Dice Helena con una voz seria, en su rostro se puede adivinar la preocupación.
-De acuerdo.
-Desde hace un largo tiempo han existido seis clanes: el clan de los maestros, el del Agua y el hielo, la Tierra y el metal, el Fuego y la energía, el Aire y el tiempo, y por último y más importante, Luz de Luna. Cada clan posee afinidad con un elemento, en el caso del agua, por ejemplo, es obvio, pero todo se complica en Luz de Luna, este clan es el más importante y el más poderoso. Para eso existe el clan de los maestros, estos no poseen ningún tipo de poder especial relacionado con los elementos, sin embargo dominan cada uno de ellos y nos entrenan para poder usar los nuestros, son los únicos que conocen bien el don de Luz de Luna, tu don.- Helena hace una pausa y continua.- Pero lamentablemente el último maestro murió hace unos cuantos meses, antes de que llegases, antes de saber que tenías el don que necesitamos para vencer a Marcus. No hay ningún otro maestro, nuestro mentor no tuvo tiempo de entrenar a uno nuevo.
Gabriela no responde, se limita a reír nerviosamente. No puede, o no quiere creer nada de lo que está pasando a su alrededor. Es cierto que le han estado pasando cosas extrañas desde que alcanza a recordar y también es verdad que ahora le pasan con mayor frecuencia pero aun así no puede creerlo.
-Sabemos que es difícil de creer, pero tienes que hacerlo.- Dice Éleon al ver la incredulidad en la cara de Gabi.
-Esto no tiene ninguna gracia, quiero que os vayáis. Ahora.- Las palabras de Gabriela apenas pueden fluir, demasiadas emociones en un día.
-Cometes un grave error.- Se apresura a decir Helena.
-¡He dicho que os vayáis!- Gabriela alcanza a pronunciar estas palabras con lágrimas en los ojos, fuera ha estallado una fuerte tormenta, una tormenta que, todos saben, ha sido provocada por ella inconscientemente.
Sin mediar palabra Éleon y Helena salen de la habitación, serios y asustados aunque ninguno quiera aceptarlo, cómplices de un sentimiento de preocupación. Son conscientes de que no podrán vencer a Marcus sin la ayuda de Gabriela, tienen que convencerla de alguna manera.

Cuando Éleon y Helena se han marchado Gabriela se deja caer sobre su cama, no puede evitar sentirse mal por no creerlos pero sabe que se sentiría peor si aceptase ser lo que ellos dicen que es, porque lo único que de verdad anhela es ser normal, y tener problemas normales, como una chica de casi 17 años normal y corriente, como las demás. Poco a poco la tormenta se disipa y la luz de una luna llena perfecta entra por su ventana, iluminando las lágrimas que caen por sus mejillas, siente un cosquilleo, entonces se dirige a la ventana y corre las cortinas, también enciende la luz de su habitación quiere evitar que esa luz de luna que le parece mágica entre a su cuarto, ya no lo ve todo como antes. Pero aunque haya conseguido librarse de la luz de la luna nota una presencia extraña a su alrededor. Siente que es un enemigo, lo siente en su interior, se le pasa por la mente un nombre: Marcus.